Ganimedes era un humano, como tantos otros. Sin embargo su belleza hizo que el dios de los dioses, Zeus, pusiera sus ojos en él y decidiera raptarle y llevarlo al Olimpo para hacer de él su amante.

Si te gusta la mitología, esta historia despertará tu curiosidad. Y si no, en este post descubrirás la relación que un mito griego puede tener con tu día a día laboral.

¿Te ha pasado alguna vez encontrarte en un empleo realizando la misma tarea una y otra vez de manera casi automática? ¿En alguno de tus trabajos has visto cortadas tus alas y tus iniciativas, con el alegato de que eres bueno en lo que haces y que no debes cambiar de labor?

El destino de Ganimedes era vivir su vida, disfrutar de su juventud, de su vejez y alcanzar la muerte mirando atrás para recordar todo lo vivido. Sin embargo, otro decidió que era mejor hacer de él un instrumento de disfrute, y nada más.

De igual manera, hay organizaciones que no permiten a sus empleados crecer y desarrollar todo su potencial, porque le esclavizan a una única tarea que solo reporta beneficios a la empresa, pero que acaba por frustrar al trabajador que ve sesgados sus deseos de mejora una y otra vez.

Al igual que le ocurrió al protagonista del mito griego, muchas personas viven una vida mediocre debido a una mentalidad empresarial que les impide desarrollarse. Por eso, se acuñó el término Síndrome de Ganimedes para denominar esa práctica demasiado extendida en las empresas.

En una era en la que la transversalidad es cada vez más valorada, en la que se buscan perfiles más integrales, aún existen gerencias que prefieren esclavizar a sus trabajadores con tareas tediosas para las que están sobrecualificados, antes de permitirles desarrollarse en aquellas en las que aún no han alcanzado el límite de sus capacidades.

He hablado en otros momentos de mitos como el de Procusto, Pigmallion o Golem, y todos ellos afectan de manera directa a la cultura empresarial de este, y otros países.

Frederick Irving Herzberg fue un psicólogo que se especializó en la gestión administrativa de las empresas y enunció la Teoría de los dos factores. Este enunciado habla de las dos variables que logran la excelencia de los empleados en una empresa.

Por un lado, están los factores de higiene, que engloban el ambiente laboral, las condiciones laborales o el salario. Por otro, los factores de motivación y es ahí dónde encontramos la independencia para realizar el trabajo basándonos en nuestra propia responsabilidad, el premio a los logros o la posibilidad de promoción.

Teniendo en cuenta esta teoría, ¿qué tipo de sensación de triunfo puede tener una persona que no es valorada en su empleo? ¿puede estar motivado alguien que sabe de antemano que no existe posibilidad alguna de crecer, de mejorar sus condiciones o de aprender cosas nuevas? ¿Seguirías en un trabajo en el que vas a realizar las mismas tareas durante 20, 30 o 40 años, y se va a eliminar de raíz todo intento de crecimiento?

Los dioses premiaron a Ganimedes con la inmortalidad, arrebatándole en el trato mucho más. Le robaron la posibilidad de crecer, de elegir, de ser quién quería ser. Fue condenado a pasar la eternidad que le habían regalado mostrando su cuerpo mientras rellenaba las copas de los moradores del Olimpo.

Del mismo modo hay trabajadores a los que se convierte en presos de su propia aptitud, mientras se les intenta convencer de que han vencido en el trueque.

Para las empresas, tener un trabajador que sea bueno en el desempeño de una función es rentable y no se paran a pensar en el coste personal que le supone a esa persona, encasillarse eternamente en una tarea que no le supone ningún reto.

Todas las personas deseamos llegar a nuestro más elevado grado de capacidad, aunque para ello tengamos que formarnos, sentirnos ineptos durante un tiempo o tener miedo de no hacerlo lo suficientemente bien. Los retos nos motivan a mejorar, a crecer, a volar.

Estoy segura, porque los conozco personalmente, de que hay quienes prefieren la tranquilidad de una labor controlada. Esa zona de confort de quién sabe que es bueno en lo que hace, y no desea más. Y es lícito, máxime cuando durante años se han desvivido por las empresas en las que prestan servicios, y han llegado a un momento en su carrera en el que no quieren el peso de retarse diariamente.

Pero hay otro tipo de trabajadores, aquellos que, iniciando su carrera o en medio de ella, saben que están en el momento de saltar siempre que sea necesario de oferta en oferta hasta conseguir aquella que les motive lo suficiente como para desear quedarse hasta que llegue el momento de la jubilación.

Y a esos, a esos no les retendrás con cadenas y labores tediosas. No hay jaula ni barrotes que puedan retener el talento cuando hay quiénes les ofrecen el universo entero para volar. Cuantas más gerencias valoren, motiven y potencien el capital humano con el que cuentan, más endebles se vuelven los cerrojos que aprisionaban a los empleados.

Ya no puedes competir, ahora que hay quiénes les otorgan las herramientas, el conocimiento y la libertad de llegar a donde quieran.

Quiénes deciden, en definitiva, que Ganimedes deje de ser un esclavo, un mito, una leyenda y se convierta, simplemente, en aquello para lo que nació.