Trabajas en una empresa en la que estás contento. Tienes un buen salario y te gusta lo que haces. Sin esperarlo, otra compañía pone en ti sus ojos y te ofrece un sueldo algo menor, pero lo compensa con la flexibilidad horaria. ¿Lo aceptarías?

¿Y a la inversa? Si estás empleado en una compañía con una remuneración más que digna y que además te gratifica con guardería gratuita o posibilidad de formación a cargo de la empresa, ¿te irías por un par de miles de euros más al año a un trabajo sin esos beneficios?

Desconozco lo que has respondido, pero sé lo que el grueso de la sociedad contestaría a estas preguntas. Y es que sí, el dinero es mucho, pero no lo es todo.

En un mercado laboral tremendamente competitivo, en el que miles de personas se dejan el alma por encontrar un empleo, también hay otra cara de la moneda: las empresas que observan como pierden trabajadores en sus filas de manera continua.

El problema es que muy pocas gerencias se preguntan el por qué y se quedan con la idea de que los empleados somos infieles por naturaleza. Pero ¿es cierto o simplemente se trata de que nos vamos donde nos dan lo que necesitamos?

Se habla mucho de precariedad laboral, y la hay. Es una realidad con la que nos chocamos de frente todos en uno o varios momentos de nuestra carrera profesional. Pero hay más. Hay una incapacidad por parte de las organizaciones de retener a sus trabajadores por el simple hecho de que han olvidado escucharles.

Si tus empleados te piden a gritos conciliar su vida profesional con la personal y no les ofreces la posibilidad de teletrabajar, si todo lo que se te ocurre para hacer que estén motivados es ponerles sobre la mesa un sobre con dos ceros, si reduces, en definitiva, todas sus ilusiones a dinero o a obligación, ¿puedes esperar otra respuesta que la huida?

La sociedad evoluciona, las leyes lo hacen, el cambio se impone pero tú no quieres saltar. Todo siempre ha sido así, solo que «así» ya no es suficiente.

Cada vez más empresas conocen y valoran la importancia de ofrecer mucho más que dinero y son las que ganan. Las demás, están destinadas al fracaso, a cargar de por vida con empleados que lo único que valoran es el salario. Y, cuando el dinero es tu única baza, siempre habrá quien te gane la mano.

Todas las personas trabajamos para vivir, pero el mundo está lleno de quienes buscan algo más. La libertad de forjar su propio camino, la independencia de organizar sus responsabilidades, la posibilidad de acompañar a sus hijos al médico sin represalias o tener libre un cumpleaños porque sí, porque me lo he ganado.

Esas personas se quedarán con quien entienda que hay alas que es mejor no cortar. Que del crecimiento de los empleados depende la evolución de la empresa, que la rotación es culpa de los trabajadores mercenarios pero también de las empresas que los alimentan.

Ya no importa el contrato en el que dibujas tu firma, sea indefinido o eventual. Lo que importa es lo que se te da a cambio del tiempo y el esfuerzo que inviertes.

Abrir las miras y entender que todas las personas tenemos vida y queremos vivirla de la mejor manera posible, escuchar las necesidades de los empleados y flexibilizar la cultura empresarial vigente para llegar a un acuerdo que beneficie a todos, es el único modo de ser realmente rentables en el mercado actual.

Todo cambia, nada permanece y, aunque parezca increíble es el mercado laboral el que más atrás se ha quedado en la rueda evolutiva. Sigue considerando al empleado como un vagabundo que se debe conformar con lo que reciba, en vez de verle como un profesional capaz de buscar otro oasis cuando lo que tú le ofreces no es más que arena para él.

Y te quejas de que se marchan, de que abandonan el barco. Y no lo entiendes pero es más cómodo culpar a quién se escapa que mirar de frente aquello de lo que huye.

Criticas a todo aquel que no quiere permanecer en tu nave, pero te niegas a motivarles. Y cuantos más se marchan, más aprietas a los que se quedan.

No ves. Cierras los ojos a una realidad que te empuja cada día. Pero la niegas y te aferras a la que solo tú has dibujado.

No te das cuenta que el dinero no compra un abrazo. Que los ceros en la cuenta no pagan la sonrisa de quién te quiere cuando le dedicas tiempo.

Ignoras por sistema que un ambiente laboral tóxico empuja a la huida a cualquier persona, y que perpetuarlo en vez de velar por el compañerismo te hará perdedor.

Que, en definitiva, no existe salario en el mundo para aquello que no tiene precio.

Cuando te decidas a observar verás que el salario emocional es el futuro, es más, es ya el presente de muchas empresas.

Si no lo ves, si tu compañía no lo cree quizás sea porque tú ya cuentas con beneficios que le niegas a tus empleados.

Mientras seguirás quejándote de la huida de talento, criticando la infidelidad de los trabajadores. Continuarás en un mundo que hace mucho que no existe. Uno en el que el dinero lo es todo y el salario emocional solo un invento más de este mundo moderno.

Y, sin darte cuenta, con cada negativa, con cada petición olvidada, con cada trabajador que se va buscando síes, condenas un poco más al fracaso a tu empresa.

Pero no, tú no te irías aunque pudieras llevar a tus hijos al colegio cada día. Te mantendrías fiel a pesar de no poder teletrabajar mientras un familiar está enfermo. Jamás te plantearía cambiarte a una empresa donde le garantizasen un salario de por vida a tu pareja si a ti te ocurriese algo. Tú te quedarías aún cuando te ofrecieran todo lo que siempre has soñado para poder VIVIR. Así, en mayúsculas.

Solo que eso, no te lo crees ni tú.