El postureo te ha cazado en su red. Lo sé porque en verano mi timeline se llena de piernas y orillas del mar. En invierno me enseñas todo lo que comes, platos de lujo en un restaurante nuevo cada noche. A diario veo tu mesa de trabajo y pienso «ojalá yo fuese tan ordenada». Un despacho blanco e impoluto con la grapadora perfectamente alineada con las tijeras y un café humeante.

Te vas a un viaje por obligación y me llamas. Me cuentas que no soportas el lugar pero al colgar veo tu foto. Un enorme batido con la frase #soyfeliz. Cien me gusta y treinta comentarios después todo vuelve a estar en orden, ya no estás sol@. Eres el rey o la reina de la diversión y «vaya suerte tiene de disfrutar mientras yo estoy en casa».

No me olvido de tu trabajo, ya he aprendido que lo adoras. Querías ser maestr@ pero como no encontrabas tu hueco aceptaste un empleo que nada tenía que ver con lo tuyo. Recuerdo que cuando empezaste te quejabas a diario porque lo odiabas todo de él. Ahora dices ser feliz.

Te envidio por la vida que llevas, nunca veo un michelín en tus fotos, ni un atardecer feo. Cada imagen es digna de una portada de revista y pienso la suerte que tienes de ser quien eres.

Mientras tanto tú lloras por las noches y mandas mil curriculums al día, pero en tus redes sociales gritas al mundo lo maravillosa que es tu vida. Y el mundo te cree.

Te has creado una ilusión, una existencia vacía de felicidad que sólo tú sabes cuánto duele. Aquellos que lo observamos solo vemos una persona encantada de conocerse, que pasea con su perro grabando directos, que nos da los buenos días desde la cama con una enorme sonrisa y un maquillaje estudiado.

Vivimos en la era del postureo, de la mentira, de la felicidad más absurda que ha llevado a esta sociedad a enfermar de falsedad. Las cuentas con más seguidores son aquellas de personas que muestran una existencia que los demás no podemos tener. Ha aparecido la figura del influencer, que en muchos casos es un adolescente que atrae consumidores porque representa todo lo que ellos no son.

El afán de intentar convencer de lo que no se es no es nada nuevo. Ya en el renacimiento los nobles dilapidaban enormes cantidades de dinero para aparentar tener una solvencia de la que carecían, mientras por la puerta de atrás vendían muebles y obras de arte para costear sus alardes sociales.

En aquella época se medía la valía de una persona por la capacidad económica de la que dispusiese, hoy no. Hoy el éxito se mide en «me gusta», la profesionalidad en recomendaciones y la felicidad en número de sonrisas en una pantalla.

Vuelta atrás

Con cada flash que salta, con cada sonrisa fingida y con cada mentira tu autoestima se ha hecho trizas. No conoces a más de la mitad de tus seguidores, pero si una publicación no tiene repercusión la borras. Ya no miras a los ojos de quién está a tu lado, no disfrutas de los conciertos, ni de las cenas, ni de ningún acto social.

Sabes que te has convertido en un producto falso que trata de surfear como puede la realidad que le golpea cada día, con el miedo de ser descubierto en cualquier momento.

Nos mientes. Nos engañas a nosotr@s y a ti mism@ en el arte de fingir lo que no eres. Vives tan obsesionad@ por lo que los demás opinen de ti que no sabemos quién eres. Y lo peor es que también tú lo has olvidado.

Tu vida gira en torno al qué dirán y has olvidado vivir. Amoldas tu existencia a lo que te pide un público que has equivocado.

Pensaste hace ya un tiempo que para hacerte tu pequeño espacio en las RRSS debías ser feliz, como parecía serlo todo el mundo. Creías que si lo eras, ganarías amigos, influencia y quizás llegaría tu oportunidad laboral. Te olvidaste de que lo que tú vendes es lo que los demás te compran.

Si pasas el día contándome lo estupenda que es tu existencia, ¿qué me iba a motivar a mí a ofrecerte un cambio? Si todo lo que me cuentas es sobre ti ¿cómo voy a saber qué puedes hacer por los demás?

Has maquillado tanto tu propia existencia que mirándola en un espejo ya no se parece en nada a la realidad a la que te enfrentas cada amanecer. Ahora debes dar marcha atrás pero ¿cómo? Has llegado a un punto de no retorno y no puedes desandar lo andado o toda tu marca personal caería contigo.

O quizás sí. Puede que haya vuelta atrás y que te encuentres ahora mismo en el punto de inflexión, en el momento de decidir, de desmontar todo esa vida y guardar en cajas las mentiras que nos has contado.

Toda esa falsedad tiene consecuencias, tiene un coste. El postureo no es más que una mentira piadosa hasta que se va de las manos. Vuelve a pisar el suelo firme, disfruta cada instante sin importar los likes. Aprende que tú sólo eres el centro del mundo en el universo que has creado en tu mente y que debes darte a los demás para que puedan conocerte.

Si buscas resultados reales es hora de escapar de la ilusión que te has creado. Olvida el engaño que te mantiene pres@ o acabarás perdiéndote a ti mism@ para siempre.