Es curiosa la tendencia humana a creer en los milagros únicamente cuando la desesperación llega a sus vidas. Los ateos más convencidos se cubren de un velo de fe religiosa, los lógicos que siempre atan sus decisiones a una estrategia, ponen su destino en la magia de brujos y chamanes. Hechos que jamás se nos pasarían por la cabeza se dibujan de repente como la panacea que nos salvará de una angustiosa situación.

Durante años hemos oído hablar de personas que, ante una enfermedad terminal, acuden a curanderos que les prometen un milagro. Gente desesperada por mantener o recuperar amores perdidos, deciden que la brujería es su mejor alternativa.

Todas esas personas no son diferentes a ti ni a mí. Son racionales, inteligentes, tan dentro de la normalidad como te puedas considerar a ti mismo.

Lo único que les diferencia es que han llegado a un grado de desesperación tan elevado, que han saltado la barrera que al resto nos mantiene alejados de la creencia de que otros pueden salvarnos de nuestras circunstancias.

Vivimos en una época marcada por la incertidumbre laboral, las altas tasas de desempleo, la precariedad salarial, la pérdida del estado del bienestar y un sinfín más de noticias oscuras que llenan los medios cada día. Por ello, hay quienes buscan aún ese pequeño reducto de magia que les aleje de un estado vital en el que no quieren estar.

Cuando la desilusión llega al terreno laboral la fe ciega es entregada a los orientadores profesionales. Buscan en ellos una promesa de cambio, cargando a su llegada con mochilas de negativas y habiendo perdido toda autoestima.

Acuden con sus esperanzas puestas en que allí les dotarán de una sabiduría universal e ilimitada. Sin embargo, obvian el hecho de que quienes los reciben son personas como ellos, preparados para ayudarles pero sin polvos mágicos que les transformen. Ojalá todos pudiéramos cumplir deseos sólo con soplar, pero la realidad no es tan hermosa ni tan fácil como lo es la fantasía.

Asume tu responsabilidad

Las personas que se dedican a la orientación profesional tienen que lidiar a diario con gente que se pone en sus manos, buscando una figura de autoridad que les diga paso a paso la estrategia que deben seguir. Delegan en ellos el peso de su búsqueda, alejándose de su propia responsabilidad en la consecución de los objetivos.

Si acudimos a una sesión de orientación con el CV bajo el brazo, esperando que la otra persona nos diga exactamente lo que tenemos que hacer, lo más seguro es que salgamos de allí completamente desilusionados.

Al igual que los niños en el colegio que piden ayuda con las tareas para lograr que se las acaben haciendo, muchos usuarios no buscan orientación, buscan acción. Y la acción sólo le compete a la persona desempleada.

Los expertos en RR.HH. no son magos, ni brujos. Pueden ayudarte con cuestiones concretas, pero no están ahí para darte respuestas universales a preguntas incontestables. Les estás pidiendo una fórmula secreta que ya deberías haber aprendido que no existe.

Los gurús de los RR.HH. que se han hecho un hueco en las redes sociales y en muchas oficinas, te dirán sentenciando lo que debes hacer y cómo hacerlo. No permiten que pienses por ti mismo porque ellos tienen la verdad absoluta y tú no.

Los orientadores profesionales y serios, en cambio, son una figura que te acompaña durante el camino, facilitándote ver aquello que no ves, poniendo el foco en lo que tú quieres obviar.

Por muy ideal que te parezca que alguien te dé todo el trabajo mascado y hecho, debes alejarte de aquellas personas que no te hacen pensar, reflexionar sobre ti mismo porque ese es el único modo de ayudarte.

Los profesionales están donde están para generar contigo una estrategia que te acerque a tu objetivo profesional.

Y aquí es donde entra otro punto que, como persona desempleada, no debes olvidar nunca.

 Buscando el objetivo

Lo sé, lo sé. Yo también conozco de primera mano lo que se siente al ser un número más en las listas del INEM. Sé lo que es querer trabajar y no poder hacerlo. Puedo sentir lo que tú sientes cuando piensas que marcarte un objetivo profesional muy estricto te cerrarás otras puertas. Y, además puedo decirte que ése es un pensamiento erróneo.

Determinar un objetivo no implica que tengas que renunciar a propuestas que estén fuera de él. Lo que supone marcarse un claro objetivo laboral es la posibilidad de desarrollar una estrategia para llegar a él.

Significa un cartel enorme con la palabra “Meta” escrita tan grande que sea imposible perderlo de vista durante todo el trayecto. Una vez que lo hayas determinado lo alcanzarás antes o después, sean las que sean las paradas que haya que hacer en el camino.

Si no dispones de un objetivo, la persona orientadora no puede ayudarte a conseguirlo. No puede hacer uso de esa magia que tú le atribuyes porque, además de no tener una varita, ni siquiera pronuncias el deseo que querrías que te otorgase.

Es tu responsabilidad ayudarle a que te ayude y no dejar en sus manos una tarea que es, y siempre ha sido, tuya.

Ponte en valor

El orientador que te recibe no te conoce, ni como persona ni como profesional y tu labor es que lo haga. Cuando conoces a una persona en un ámbito no laboral, nunca se te ocurriría narrarle toda tu vida desde el nacimiento: los pasos que has dado, las veces que te has caído ni los besos que te rechazaron.

Vas dejando ver cómo eres en tu manera de actuar, en el modo de comunicar la historia que sólo tú sabes porque es la tuya propia.

Puedes hacer una lista de todos tus títulos académicos, pero lo más importante que debes mostrarle es qué objetivo te has marcado. Después comenzaréis a estudiar qué competencias de las que posees van a ayudarte a conseguirlo y cuáles son tus debilidades a solventar.

Durante todo tu camino en la búsqueda de empleo, necesitas un trabajo constante de autoconocimiento que te permita enfrentarte a la realidad de tu situación. Es una tarea personal que debes acometer en solitario. No es fácil pero sí imprescindible para recabar la información que ayudará al orientador a que podáis comenzar a determinar juntos la estrategia para alcanzar tus objetivos.

Eso es lo que te diferenciará del resto: el autoconocimiento, la capacidad de darte el valor que te corresponde y, sobre todo, la estrategia para lograr tus objetivos.

La suerte es esforzarse a diario

Es habitual escuchar que encontrar un empleo hoy día es una suerte, cuando la realidad es que en la mayoría de los casos, ese logro viene acompañado de mucho esfuerzo que no se ve. Pero si hay algo que puede acercarnos más aún a ese logro es el tener una táctica bien diseñada.

Los engranajes que hacen funcionar esa estrategia se engrasarán cuando seas capaz de desarrollar una propuesta de valor. El trabajo que realices junto al orientador te ayudará a la hora de enfrentarte a los reclutadores en las entrevistas laborales, pero no debe ser tu única labor.

Deja de poner en manos de los demás aquello que sólo está bajo tu control. Para que la maquinaria que te acerca a tus objetivos funcione, no hay más camino que responsabilizarte de ti mismo.

Ya es hora de dejar de creer en otro milagro que no sea el trabajo duro y la estrategia para conseguir lo que deseas. No busques magia dónde no la hay, porque si hay un lugar mágico en el mundo, está únicamente dentro de ti.

Escribí este artículo como colaboración para la sección Talento20 de Observatorio de Empleo. 

Puedes leer el original aquí.