‘El hombre sin sombra’ es una película que se estrenó hace ya unos años. En ella un científico consigue la fórmula de la invisibilidad y la prueba en su propio cuerpo con la idea de que es reversible. Sin embargo, cuando tratan de devolverle a su estado natural, algo falla. No os voy a destrozar el final de la película pero sí os diré que el protagonista decide quedarse en ese estado, matando a su paso a todo aquel que trata de impedírselo.

En la vida real la invisibilidad no es como en las películas de Hollywood. Es un súperpoder que más parece un castigo y que poseemos la gran mayoría de los seres humanos. A pesar de ser, de estar y de vivir entre personas muchas veces pareciera que nadie repara en nuestra presencia.

Internet no está lleno de usuarios, está saturado de ellos. Hay miles de millones de personas conectadas de manera simultánea en la red, gestionando sus negocios, compartiendo sus aficiones o simplemente leyendo. Hace unos meses apareció un estudio de todo lo que ocurre en Internet en un sólo minuto diario, y da escalofríos ver el alcance de esta herramienta.

No es extraño que entre tal marabunta de personas usuarias sea prácticamente inevitable pasar tan desapercibido que es casi imposible que una pequeña ventana nos ilumine un sólo segundo.

Hoy en día casi todo el mundo sabe que a nivel laboral es imprescindible estar en Internet, pero ya no sólo sirve estar. Nos sabemos la teoría de memoria. Debes crear una marca personal fuerte y atractiva. ¿Cómo? Creando contenido de valor, compartiendo lo que otros usuarios hacen, ampliando tu red de contactos, comentando, agradeciendo…

Las pautas son claras y ponerlas en práctica puede resultar más o menos complicado, pero desde luego es del todo factible. Sin embargo, pocos expertos hablan del mayor muro con el que te vas a dar cuando decidas ponerte manos a la obra y entrar en el universo Matrix que te han contado que solucionará todos tus problemas.

Te encontrarás con un sinfín de aprendizajes sobre la marcha, pero hoy quiero hablarte de uno en particular. Como comentaba al principio del post, el científico de la película se sintió libre cuando comenzó a ser invisible y decidió no revertir la fórmula. Tú no experimentarás esa sensación cuando inicies tu andadura en las redes, pero sí sufrirás la invisibilidad en primera persona.

Serás invisible. Tanto que llegarás a dudar de tu propia existencia y verás mermar tu autoestima, si dejas que te afecte. Debes superarlo porque si no lo haces te convencerás de que luchas contra la nada sin esperanza alguna de ganar.

Hay una etapa, más o menos larga según el trabajo y el tiempo que le dediques, en la que pasarás totalmente inadvertido en las redes sociales. Nadie te conoce y nadie sabe nada de ti como profesional.  La buena noticia es que tú eres el único responsable de hacer que eso cambie.

Pasarás por una época en la que tu ego no te dejará comprender cómo es posible que a nadie le importe lo que haces, pero la realidad no es que les importe o no. La realidad es que no saben que lo estás haciendo.

Cuéntalo, alto y claro, y si es posible enséñalo. Demuestra tu talento de todas las maneras, sin esperar nada a cambio. Esto no es un sprint en el que gana el que más rápido llegue a la meta. Es una carrera de fondo, sorteada de obstáculos, caídas y errores.

Lo que hoy le ha encantado a tu audiencia mañana le aburrirá. Los contenidos que parecían ser la clave del éxito, en una semana estarán fuera del mercado. Vas a jugar con las medidas de la fórmula durante meses, o incluso años. La dosis que hoy te ha vuelto visible, mañana te volverá invisible de nuevo y debes aprender a lidiar con ello.

La invisibilidad es una creencia

Hay personas que en este proceso se cansan de pelear por hacerse un hueco en un mundo virtual repleto de quienes hacen lo mismo pero mejor, y tiran la toalla. Otros seguimos luchando por un espacio, una grieta por pequeña que sea por dónde entre el aire justo para permitirnos respirar y seguir adelante.

Los primeros, dejarán a medias la cruzada porque no han tenido el empuje y la visión de saber que todo lo que siembras da sus frutos mucho tiempo después. Se rendirán y echarán la culpa a todos los demás por algo que sólo ellos podrían haber hecho y no hicieron: seguir.

Si ya has decidido ser de los segundos te aviso de que lo pasarás aún peor. Habrás tomado la decisión correcta y aún así el pedregoso camino no habrá hecho más que comenzar. Tendrás que pelear a diario contra la tendencia a la invisibilidad, contra la idea de que la presencia constante es tu única arma para no empezar a diluirte en el olvido.

Andarás a ciegas entre una niebla que te impedirá ver más allá y sólo te quedará confiar en que seguir caminando con las esperanzas puestas en que el sendero aparecerá, es la mejor elección.

Correrás el riesgo de perderte a ti mismo en una batalla por agradar a los demás. Sentirás desaparecer tu esencia, diluyéndose en la marea de los miles de contenidos que se crean diariamente, entre el oleaje de personas que copan los primeros puestos de los favoritos. Llegarás a creerte una solitaria gota en un océano repleto de ellas, todas tan idénticas que nadie reparará nunca en su presencia.

No recordarás que cada gota es única, que una sola de ellas puede hacer la diferencia en una marea. Olvidarás que su persistencia es capaz de erosionar la roca más sólida y crear las maravillas más hermosas de la naturaleza. Por eso correrás el peligro de abandonar ante la frustración.

No decaigas, no cedas. Nada se consigue en un suspiro y todo objetivo merece que le dediques tiempo para convertirse en una realidad. Deberás seguir trabajando y no dejarte derrotar y abandonar. Cuánto más acuciante sea la sensación de invisibilidad, más grandes deben ser tus esfuerzos por ser cada día tu mejor versión y dar todo de ti.

Te prometo que nunca serás invisible si crees en ti mismo y en lo que haces porque sentirte invisible es sólo una creencia que has permitido entrar en tu mente. Deja de considerarte alguien sin nada que aportar y sin valor y empieza a dedicarle al mundo tus talentos.

Decido confiar

Una y mil veces he peleado, y sigo haciéndolo, por crearme un pequeño espacio, un humilde rinconcito al que las personas quieran acercarse a verme. Pensé durante un tiempo que estar continuamente, 24 horas al día y 365 días al año, pendiente y conectada era mi antídoto. Ese que tenía el poder de contrarrestar los efectos de la invisibilidad. Me ponía la dosis y durante unas horas volvían a verme, el mundo reparaba en mí.

Sin embargo no era real. Llegué a darme cuenta de que lo único que conseguía era quemarme y abrir grietas tan pequeñas que casi no me dejaban ver la luz del sol y volver al poco tiempo a arroparme en la capa de la invisibilidad más absoluta.

Por eso hoy escribo este post, el último del año. A pesar de que podría seguir presente buscando esa oleada de aire que me traiga de nuevo la sensación de que estoy, de que soy. He decidido no hacerlo.

Decido confiar en que mi visibilidad llegará con el trabajo duro en el que me empeño cada día, con la constancia, los contenidos creados y la calidad de las relaciones que durante este año he forjadoDecido dedicar los últimos días del año a las personas que me veían aún cuando era invisible para el mundo, esas que son mi faro cuando me desoriento entre la bruma.

He optado por dejar de tomarme la dosis que me hace visible y permitirme unos días perdida entre la niebla. Sólo así seré capaz de conseguir perspectiva y de coger fuerzas para poder seguir dando lo mejor de mí, sin que me afecte la repercusión que gane o pierda.

Mi máxima durante este año ha sido hacer las cosas con la mayor calidad posible y esperar que alguien sea capaz de valorarlo. Creo ciegamente en que cuando realizas las cosas con pasión, corazón y creyendo en ellas acabas obteniendo lo que deseas, y así seguirá siendo.

Para ti que me lees, siempre tengo tiempo. Sólo puedo darte las gracias por tu compañía en esta aventura, tu apoyo y consejos, y decirte que te espero a mi regreso. Que cuento contigo en los comentarios, en las redes sociales, en el email y en cualquier lugar donde quieras que nos encontremos.

Y a aquellos que no me ven, que nunca acercan el ojo a mi pequeña rendija para saber si sigo respirando, les espero cuando lo deseen, cuando el destino les quiera traer a mi vida.

Volveré en enero a este lugar que es mi oasis en la vorágine de fuera, donde sé que jamás seré invisible. Por eso es desde aquí desde donde quiero desearos unas maravillosas navidades y deciros que me encantaría poder seguir contando con vosotros en, un espero que próspero, 2018.