Esta historia es la mía, la tuya, la de cualquier persona que haya pisado la faz de la tierra. Es una historia con un protagonista y aunque deberías ser tú, no lo eres. En un momento de tu sendero decidiste ceder el papel principal a otro elemento que se ha colado en tus días. Un espontáneo de cinco letras. Sólo cinco y en ellas se condensan tantas emociones que se te hace casi imposible gestionarlas. Miedo.

El miedo es un mecanismo de defensa anclado en nuestra memoria genética, tan enraizado en nuestro subconsciente que resulta casi imposible desactivarlo. Llevas años alimentando los temores que te han hecho encerrarte en tu botella de cristal. Miedo al fracaso, a lo desconocido, miedo a decidir. Y así vives, observando el mundo desde la vitrina que te has construido para que nada pueda herirte. 

Negativas y fracasos te han convencido de que únicamente estás a salvo y seguro en ese espacio ínfimo en el que te permites vivir. De lo que no te das cuenta es que tu refugio es también tu freno. No te permite crecer, se queda pequeño para tus expectativas, para tus sueños, para la realidad que quieres construir.

Te han enseñado a exigirte, a ser el mejor, a sonreír aunque no lo sientas. Te han contado la historia de que hay que callar lo malo y gritar lo bueno a los cuatro vientos.

Pero tú no puedes gritar. No tienes voz, ni hay quién te escuche encerrado tras tus miedos, esos que has convertido en tu trinchera, en tu excusa para no arriesgarte. Y aún sabiendo que no es dónde quieres estar, un miedo más, el temor al cambio, te hace mantenerte en ese estado perenne de quietud.

Surfeamos la ola de la interconectividad, del contacto continuo y aún así vivimos tremendamente solos en nuestros temores. El error se considera una lacra, un secreto que hay que esconder en un cofre, bajo mil llaves y tirarlo al fondo del mar. Que nadie lo sepa, que nadie lo cuente.

Contarlo es asumir una vulnerabilidad que no nos permitimos. Y, así, los miedos se hacen grandes, mientras tú eres cada día más pequeñito dentro de esa urna en la que un día decidiste esconderte.

Has dejado de ser el escritor de tu propia historia. No eres feliz, te sientes solo y dejas que la marea sea la que guíe tu destino, porque se te ha hecho más sencillo aceptar que elegir. Surcas las olas de la existencia en tu botella de cristal, en la soledad que te has autoimpuesto. Bebes del miedo, te alimentas de él, porque es lo único que puedes consumir mientras navegas a la deriva en un bote condenado a naufragar. Olvidaste, en algún paso del camino, que llegaste a este mundo para volar, para ser libre y disfrutar de cada segundo.

Te convenciste de que tener miedo es normal y que enfrentarlo es imposible. Elegiste huir en vez de combatir, creyendo que así todo sería más fácil. Pero déjame contarte que el miedo es una rueda incansable, de movimiento continuo. Cuánto más miedo sientas hoy, más tendrás mañana. Cuántas más situaciones te asusten hoy, más incapacitado te sentirás cada vez para afrontar nuevas oportunidades. Y llegará el momento en el que sientas miedo de llegar a sentir miedo.

Son muchas más las excusas, basadas en miedos anclados en lo más profundo de tu subconsciente, las que te frenan, que carencias reales. Piensas que ese trabajo es demasiado para ti, que está demasiado lejos, demasiado cerca, es demasiado sueldo o demasiadas responsabilidades. No existe el demasiado cuando lo pintas como un reto a superar, en vez de como un motivo para no intentarlo.

Si cada día te regalan un cheque con 24 horas para invertirlas como quieras, ¿de verdad quieres pasarlas parapetado detrás de tu miedo, en vez de aprovecharlas al máximo? El miedo te paraliza, te ancla al suelo y tú, que naciste para volar, vives encerrado impidiéndote crecer.

Por eso te pido, que te enfrentes a tus miedos. Reconócelos, admítelos, mírales a los ojos y diles que se acabó. Sólo enfrentarlos y decidir que son un reto a batir, te hará libre. Rompe ese refugio de cristal que te has construido, desde el que puedes ver el mundo pero no interactuar con él.

Por favor, no malgastes tu tiempo con excusas y temores.  Eres una persona adulta, responsable, valiosa y capaz. Vence esta contienda, porque tus miedos sólo están dentro de ti. Cada vez que les dejas ganar una batalla, crecen mientras tú menguas. Vuelve a tomar las riendas de tu vida, vuelve a ser el escritor de tu historia. Recuerda que tu destino es, y siempre ha sido, la libertad.

“El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar”
-Francisco de Quevedo-

Quiero dar las gracias a Cristina, de Te cuento de viajes, por prestarme una de sus garabatas para ilustrar el post. Este artículo forma parte de un reto llamado el viaje de la Blog-T-ella, al que yo me he unido con este artículo. 

La finalidad de este reto es hacer surcar esta botella por todos los blog posibles del océano de Internet. Por eso, si tú también quieres dar vida a una historia basada en la maravillosa ilustración de Cristina, no lo dudes y viajaremos juntos!