«No eres la misma de la otra vez. Eras mucho mas, muchísimo, te falta tu muchedad.«

El sombrerero es quién, en su cuerda locura, pone de manifiesto esa característica que hacía que Alicia fuera Alicia. Me encanta esta frase y me enamora el término «muchedad», por lo mucho que dice en tan poco. Sobre todo, me parece increíble lo bien que encaja en la idea que tengo sobre la Marca Personal.

Has oído hablar mil veces sobre la importancia de la marca personal en el entorno profesional. Existen grandes referentes a este respecto, con su propia definición sobre este concepto y el modo en el que gestionarlo. Yo no soy un referente, ni una autoridad. Sin embargo, siempre he considerado que hay que conocer muy a fondo algo para poder empezar a trabajarlo, y la marca personal no es una excepción.

Después de leer todo lo posible sobre el tema y seguir a las voces más autorizadas, debo reconocer que no tengo una definición clara y concisa sobre lo que la marca personal es para mí. Pero una cosa tengo cristalinamente anclada en mi mente y es que la marca personal va sobre todo de muchedad.

Hay miles de «Alicias» en el mundo, miles de «Cristinas», miles de «Sergios», «Celias» y «Josés». Pero de ti no hay copias. Eres único y lo eres por esa esencia que habita en ti, que es únicamente tuya, con la que naciste, con la que creciste.

La muchedad es ser mucho, es ser todo lo que podrías llegar a ser si te permitieras serlo. Es ser un tú completo y no un casi-tú. Perder tu muchedad, es perder esa parte de ti mismo que tiraba hacia delante, hacia la existencia que soñabas. Esa que te permitía cerrar los ojos y soñar con otros cielos. El trocito de tu alma que nunca susurraba un «no puedes».

Has crecido y madurado y los cuentos de hadas ya no tienen cabida en tu mente adulta. Dejaste de creer hace años, pero no te pido que vuelvas a creer en princesas dormilonas, ni en héroes en mallas. No te pido que dejes de lado la lógica ni el raciocinio. Ni siquiera espero que seas capaz de ver la magia que habita en todas partes. Al menos no de momento.

Por hoy sólo te pido es que vuelvas a creer en ti, que recuperes esa parte de tu interior que los años te han hecho enterrar en un lugar oscuro y recóndito de tu alma. Ese trocito de tu esencia que grita y pugna por salir, pero no puede superar los kilos de responsabilidades, preocupaciones y problemas que le has ido echando encima con el paso del tiempo. Además de creerlo, te pido que lo enseñes, que inundes el mundo de tu muchedad, de tu esencia pura, sin adulterar. Así en frío o en caliente, en taza o en vaso, en tu blog, en tus redes sociales, en tu trabajo diario o dónde quieras. No importa.

No crees en los milagros y es sólo porque no puedes ver que tú eres uno de ellos. Eres especial, y me da igual que lo creas o no. Lo eres desde tu nacimiento, desde la primera vez que abriste los ojos al mundo. Ese instante, ese momento te hizo único.

Cada una de las vivencias que han construido tu vida, cada paso que has recorrido, cada batalla en la que has salido victorioso y cada derrota con la que te has venido abajo, son parte de ti. Todas las personas que has conocido, los lugares que has visitado, los trabajos que has realizado, los abrazos que has dado, los besos que te han hecho suspirar, conforman tu ser.

Tu muchedad te hará triunfar

Tu muchedad es tuya, es única y es irremplazable. Si la marca personal es ponerte en valor, tu muchedad es el mejor modo de hacerlo  y es lo que te hará triunfar. El mundo está lleno de copias, de calcos de otras almas. Pero tú, tienes la oportunidad de ser genuino, porque ya naciste siéndolo. Sólo tienes que escarbar en tu interior para encontrarte de nuevo, porque si no lo haces, serás sólo la sombra de quien podrías ser. Un humano más en un mundo de humanos comunes que se arrastran por la tierra del nacimiento a la muerte, sin aspiraciones, ni sueños. Una persona entre las miles de personas que creyeron las mismas historias que tú, que se fueron perdiendo a sí mismos para convertirse en lo que otros les dijeron que debían ser.

Sé que te han enseñado a tener sueños humildes, modestos, a no aspirar a demasiado. Te dijeron que si fracasas en un gran objetivo, la frustración será insuperable y que es mejor tener metas pequeñas que sean realizables.

Pero, ¿qué pasaría si, por una vez, sólo por una, te permitieras soñar a lo grande? Soñar en pantalla de cine, 3D, con mil colores, sin límites ni realidades contra las que chocarte. ¿Qué ocurriría si te apartases del mundo y escuchases únicamente tu propia voz? ¿Harías lo mismo que estás haciendo hoy si supieras que puedes elegir lo que deseas y alcanzarlo?

Si la respuesta es sí, enhorabuena, tu muchedad sigue latiendo fuerte y alto dentro de ti. Pero si la respuesta es no, o mil cambios han venido a tu mente de un plumazo, vuelve a ti. Recupérate.

Ya que tienes que enfrentarte a la vida, a las dificultades y a los sinsabores, hazlo siendo tú. Todo se consigue más fácilmente si luchas con tus propios ropajes y tus propias normas.

Vuelve a desear comerte la vida a bocados, respirar como si tus pulmones no tuvieran límites, reírte sin importar quién te mire, bailar bajo la lluvia, correr bajo el sol. Atrévete a celebrar tu no cumpleaños o a festejar la hora del té, a bañarte en el agua helada del mar, a decir sí, a decir no, a besar, a amar, a leer, a escribir, a hacer lo que sea que ames, a disfrutar cada segundo.

No pases por la vida siendo un casi-tú. Sé tú, porque no hay nada más complicado que mantener la farsa siendo un clon, una sombra de lo que podrías ser. El mundo necesita marcas auténticas, vibrantes, deseosas de avanzar. Ganarás confianza y oportunidades si recoges tu muchedad, la moldeas, la explotas y la mejoras.  Necesitas volver a quererte, aceptarte y potenciarte, porque te vas a hacer falta y yo…

Yo echo de menos tu muchedad.