¿Has visto la película de Aladdin? Casi al comienzo, un ladrón en un bazar le pregunta a la princesa si confía en él para escapar juntos de la guardia que les persigue. Ella, que acaba de conocerle, decide depositar en él su confianza. Y, gracias a eso, comen perdices.

La confianza es vital en nuestra existencia. Desde que nacemos depositamos nuestra seguridad en el hecho de que otras personas velen por ella.

No existe amistad sin fiabilidad, ni pareja sana de la que no podamos fiarnos ciegamente. Las familias se basan en el amor mutuo y en los lazos de sangre, pero es la confianza lo que mantiene unidos a los seres humanos. Y es la deslealtad la causa más habitual de rupturas de toda índole.

Sabiéndolo, viviendo a diario en este mundo y formando parte de ese esquema mental que coloca la confianza en el centro de todo nuestro universo, no le damos la importancia que deberíamos.

Todos nos tenemos por leales, sinceros y con una alta credibilidad. Si preguntásemos a cualquier persona del mundo si se considera alguien de fiar, no dudaría en decirnos que por supuesto que lo es.

Sabemos que es importante que los demás puedan creer en nosotros y, sin embargo, no lo valoramos como algo a tener en cuenta cuando hablamos de nuestro negocio.

Sin confianza no hay venta

El coronavirus llegó a nuestras vidas como una ola gigante que ha arrasado todo lo que encuentra en su camino y no ha dejado casi nada de esos miles de proyectos que se mantenían a flote con mucho esfuerzo.

Ahora, cuando la marea se ha llevado casi todo lo que habían construido, tienen que volver e intentar partir del punto en el que estaban. Pero es imposible.

Así que, muchos de ellos que jamás habían pensado en Internet como una opción, se han lanzado ahora a la red para pescar clientes y, en la mayoría de las ocasiones, acaban enmarañados en un caos que no les produce ninguna venta.

Observan lo que hace la competencia e intentan seguir sus mismas estrategias, pero no les funciona y se empeñan en seguir probando algo que nunca va a salir bien.

¿Qué ocurre? ¿Por qué a otros les funciona y a ti no, si haces lo mismo, le dedicas tiempo e incluso inviertes dinero?

No te funciona porque has olvidado uno de los pilares fundamentales: la confianza. Ese detalle tan básico que sustenta todas nuestras relaciones, se convierte en vital en tiempos inciertos de crisis.

Nadie te conoce, has aparecido en Internet en medio del caos que una pandemia mundial ha ocasionado, junto a otros miles de negocios que han buscado en la red lo que habían perdido.

Los clientes que acceden cada día a Internet han encontrado, de pronto, una amplísima oferta de productos, de tiendas, de servicios y de marcas que quieren conquistarles.

Al principio se dejaron querer, se atrevieron a descubrir nuevas tiendas, proyectos que no conocían y personas que nunca antes habían estado en su radar. Pero, al llegar la hora de la verdad, no te eligieron porque la balanza siempre se va a inclinar hacia el mismo lado.

Nunca te habían visto online, ni saben cómo trabajas. Desconocen si tienes un buen servicio de devoluciones ni si tus tallas son las ideales para ellas. Pero, sobre todas las cosas, no se fían de ti.

Las compras van a tardar mucho tiempo en volver a ser lo que eran, si es que alguna vez lo son, y la confianza puede salvar tu negocio.

Pero nadie te la va a regalar. Ni es gratuita, ni sencilla de obtener.

Los clientes van a comprar siempre a esa persona que les ha vendido durante décadas, a la que sienten cercana como para preguntarle si esa ropa se la ha probado alguien o si ese bolso viene directamente del almacén.

Van a decantarse por el servicio de esa profesional al que llevan años viendo en las redes sociales, aunque jamás hayan cruzado con ella una palabra.

Y todo por el simple hecho de que a esas personas les creen. A unos porque el tiempo les ha demostrado su fiabilidad, a los otros porque poseen la garantía de la constancia.

Así que si acabas de llegar, no vas a vender. Al menos no si lo que haces es lo mismo que aquellos que llevan trabajando siglos su presencia online.

La creatividad es tu aliada y la generación de confianza tu meta más cercana. Olvida los objetivos de venta, porque solo van a llegar cuando los clientes se fíen de ti.

Generar confianza es lo que te hará vender en un mundo online cada vez más masificado. Colocar a tu cliente en el núcleo de tu proyecto es el modo de ganarte su fidelidad.

Eso fue lo que hizo que la princesa decidiera fiarse de Aladdin. Él la convirtió en la protagonista de su historia y lo dejó todo por ayudarla. Le demostró que creía en ella y cuando las tornas se cambiaron, ¿cómo podía ella desconfiar?

Necesitamos y deseamos con todas nuestras fuerzas poder fiarnos, sentirnos seguros y tranquilos. Sin embargo, pocas son las personas que merecen nuestra confianza.

Si tú no eres capaz de creer, ¿por qué les pides a otros que lo hagan? Es momento de confiar en tu cliente, escucharle y demostrarle todo tu interés. Porque eso hará que tú seas su única opción lógica.

Debes darle lo que te está pidiendo, y no son precios en una foto, eso seguro. Tienes que generar un vínculo y para eso es necesario que descubras lo que realmente espera de ti.

No puedes llegar y pedirles a tus clientes que te compren, que crean en ti simplemente porque has aparecido de la nada en todas las redes sociales.

Porque si tú quieres vender, facturar y ciao, se nota. No me canso de decirlo, nadie quiere comprar, lo que quieren es que les vendas.

Quieren que les conquistes, que te los ganes, que les enamores y les demuestres que son más que un ticket saliendo de tu datafono.

Y en este momento social, hay que sumarle además que quieren poder tener fe en ti. No una fe religiosa, basada en una creencia ciega. Necesitan una confianza sustentada en la información que tú compartes, en la humanización que consigas y en que deposites la tuya en ellos.

El copywriting marca la diferencia

Sé que tienes prisa por volver a una cierta normalidad, que necesitas que los números empiecen a cuadrar y que no vender no es una opción ni en este ni en ningún universo paralelo.

Lo comprendo, lo que no entiendo es por qué te gastas dinero en anuncios de Instagram pero ni te planteas que un profesional de la comunicación, haga lo que tú no sabes hacer.

Las publicaciones en redes sociales tienen que ser estratégicamente valoradas, estudiadamente atractivas y escrupulosamente medidas. Y si no lo haces así, jamás sabrás lo que funciona.

La confianza se gana con el tiempo y, ahora que no lo tienes, se obtiene con los contenidos correctos, en los tiempos idóneos. Pero si publicas al azar productos de tu tienda, nunca lograrás fidelidad.

Jamás te plantearías una vida al lado de alguien en quién no confiases. Tus amigos guardarían tus secretos aunque les amenazasen y sabes que tú familia estará a tu lado pase lo que pase.

Eso es lo que quieren de ti tus clientes. Necesitan saber que obtendrán calidad a cambio de su dinero, que su seguridad está garantizada, que la empatía es tu apellido y que todo irá bien durante y después de la compra.

Puedes repetirle tu horario en cada publicación y saturar Instagram de fotos de la nueva colección. Nada de eso le interesará hasta que no decida si eres digna de confianza.

Tienes un negocio, sí pero sobre todo eres persona. Y eso es lo que tu cliente quiere ver.

Si en circunstancias normales la confianza es importante, en tiempos de crisis es fundamental. Sin ella no hay ventas. Y es aquí donde entra el copywriting.

Nosotros, a diferencia de la película, no vivimos en un mundo ideal. Quizás nunca lleguemos a averiguar siquiera cómo sería un universo justo y equilibrado.

Lo que sí sabemos es que, en este planeta caótico y desigual sumido en una situación desconocida hasta ahora, tu credibilidad y fiabilidad es lo que hará la diferencia entre una época de crisis y el cierre definitivo.

Sin lámparas mágicas ni genios. Solo tú, tu cliente y el nexo que logremos entre ambos.

La confianza es una emoción y despertarla en otra persona solo se consigue cuando conoces bien las tuyas propias.

Un buen copywriter conecta con su esencia, encuentra la tuya y se la enseña al cliente.

Un profesional de la comunicación sabe que escribir no es teclear. Tu mensaje se merece mucho más que eso. Tu cliente aspira a algo mejor que letras unidas sin emoción. Y tu proyecto necesita lo mejor para sobrevivir.

Por eso no necesito que seas una princesa, ni me importa. La única pregunta, ahora que tu negocio necesita ayuda, es…

¿Confías en mí?