Llegó. Siempre llega. 2 de Septiembre. Quizás seas una de esas personas que continúa de vacaciones o de aquellas que las comienza ahora. Sin embargo, para la gran mayoría de la clase trabajadora hoy vuelve a girar la rueda.

Soy una persona extraña. No me gustan demasiado los cambios, pero también me mata la monotonía en la que suelen convertirse nuestras vidas después del verano.

En vacaciones nuestros días pierden su orden. Dejamos de ser esclavos del soniquete del despertador, comemos cuando tenemos hambre, dormimos cuando no podemos más y los días se mezclan al son de hacer lo que nos apetece.

Cuando comenzamos a acostumbrarnos a una vida ociosa, en la que podemos decidir en cada momento qué hacer y qué no, llega el día del retorno y, con él, la rutina, las responsabilidades y las obligaciones.

Con los años yo, como tú, he descubierto que esa caída libre a la verdad de mi vida me cuesta horrores. El primer día que suena el despertador me recuerda que estaré atada a él hasta que haya más de 60 velas en mi tarta de cumpleaños.

¿Consecuencia? Me da el bajón, me deprimo, me miro las muñecas y casi puedo ver las cadenas que me atan a miles de obligaciones. Odio la vida, las calles de siempre, el sonido constante de la ciudad y hasta su olor.

Porque no nos engañemos, por mucho que te encante lo que haces, cuesta volver a pisar suelo y hacerse a una vida compuesta de lo que debes hacer, dejando muy poco espacio a lo que realmente te apetece.

Por eso, desde el año pasado, comencé a aplicar cinco acciones para hacer que me cueste menos la caída libre hacia la realidad. No son infalibles, ni fórmulas mágicas, pero ayudan.

Hoy, los comparto contigo, por si te apetece ponerlos en práctica.

1. Desconexión completa

Puede parecer una obviedad pero durante un tiempo continuaba con mi actividad en el blog aunque estuviera de vacaciones. Dedicaba parte de mis horas libres a escribir posts, arreglar antiguos escritos, seguía compartiendo en redes y estando atenta a publicaciones ajenas.

El año pasado decidí que no era bueno para mí, ya que llegaba a mi vuelta sin tener la sensación de que hubiera parado realmente. Por eso, hice un parón en el blog que he repetido este verano.

Soltar todas las obligaciones que me marco durante el año, hace que a la vuelta tenga la sensación de haber desconectado totalmente y genera en mí la motivación que necesito para retomarlo todo con las ganas que me faltan.

2. Vuelve antes

En el año 2014 fue la primera vez que viajé en verano a otro país. Pasé unos días en Santorini, donde el ritmo de vida es relajado y sereno. Mis días allí se resumían en comer, pasear, bucear y descubrir su fondo marino.

Sin preocupaciones de ningún tipo conseguí que mi mente se desenchufara de la realidad de una manera desconocida para mí.

El avión de retorno aterrizó a las 23:30 de la noche en el aeropuerto de Bilbao y, 6 horas después sonó el despertador para ir a trabajar.

Nunca he creído en el síndrome postvacacional, pero en aquella ocasión sí me choqué contra un muro de verdad que no sabía ni que estaba ahí. La vuelta fue tan dura que me prometí que nunca más haría aquello.

Desde ese momento, siempre dejo unos días post-viaje para asentarme, para asimilar que voy a reincorporarme a mi vida. Lo hago a mi ritmo: voy ajustando el despertador, retomo mis rutinas horarias de comidas y, aunque sigo disfrutando, intento ir metiendo pequeñas responsabilidades en mi mochila. Así cuando se llena de peso, lo noto menos y me adapto más rápidamente.

3. Nuevos retos

Si mi vida no me motiva, ¡me busco lo que sí que lo haga!

Septiembre, junto a enero, es el mes por excelencia de inicios. Hay quién comienza a estudiar idiomas, el gimnasio o cualquier actividad. ¿Por qué?

Parece absurdo que, en el momento del año en el que se nos colocan más responsabilidades sea aquel en el que nos cargamos con más. Pero, pensándolo bien, si consideramos esa nueva actividad como un reto, deja de ser una obligación.

En mi caso, Septiembre es el mes de los nuevos proyectos, las nuevas estrategias. Ya el año pasado usé el mes de Septiembre para comenzar a gestar esta web en la que estás ahora mismo.

El blog había dejado de motivarme y decidí que lo que necesitaba no era abandonarlo, si no darle el giro que necesitaba para volver a ilusionarme con él.

Este año, tengo en mira colaboraciones profesionales que me entusiasman y que estoy deseando acometer.

Eso hace que no me pare a pensar en síndromes post vacacionales, ni en traumas por tener que retomar mi vida. Me apetece mucho afrontar esos retos y he descubierto que esa ilusión facilita mucho la vuelta.

Busca aquello que te hace vibrar y céntrate en ello, por mucho que lo que le rodee sea del más intenso gris!

4. Cada día, una aventura

Esperar las vacaciones como si fuera nuestra única válvula de escape es frustrante. ¿Un año entero así hasta que pueda volver a escaparme? Insoportable.

Por eso, plantearnos cada día con buena actitud y buscando tus oasis en medio de la rutina, ayuda a que la llegada del próximo verano no nos preocupe.

Si puedes hacer de cada día una aventura, encontrar momentos de disfrute sin tener que soltar del todo la rutina, romperás esa monotonía que te ahoga.

Una salida con amigos, una obra de teatro, un viaje en coche para ver atardecer, un día en la playa o una escapada de fin de semana son suficientes para salir y tomar aire.

No hace falta que esperes un año, ni que te escapes a 20 horas de avión. Un fin de semana relajante, o una jornada dedicada a cuidarte, o a descubrir nuevos lugares de esos que tienes al lado y nunca visitas, nos da esa inyección de motivación que necesitamos para seguir.

Es muy distinto volver y pensar que hasta el próximo verano estaremos anclados a la rutina, que hacerlo sabiendo que en cada día podemos disfrutar de una actividad que nos atraiga.

5. Acepta

Antes, al comenzar de nuevo con mi trabajo, me exigía el 100%. Pretendía pasar de 0 a más de cien en un instante y me frustraba el tiempo que me costaba ponerme al día.

La rutina acaba aplastándonos siempre entonces, ¿por qué forzarnos a llegar a ese punto rápidamente?

Ahora me lo tomo con calma. Acepto que necesito mi tiempo para retomar mis labores diarios y para adaptarme a la rutina de la mejor manera posible. Vuelvo al trabajo y lo hago con la misma profesionalidad que siempre, pero también me permito uno o dos días a medio gas hasta que soy capaz de volver a asumir todo lo que asumía antes de irme.

Quitarme esa presión auto-impuesta me ha ayudado a tomarme el retorno como algo más llevadero. El estrés llega por sí solo así que me niego a ir a buscarlo.

Y, sobre todo, aléjate de esas personas que aún no han aprendido a aceptar y se pasan el día quejándose de la vuelta. Escuchar lamentos constantes te resta energía y te arrastra al camino de la autocompasión. Olvida la negatividad y deja que cada uno elija su camino.

Bonus track

Si nada de lo anterior funciona y odias el lugar al que has vuelto, las responsabilidades con las que cargas se te hacen insoportables y sólo quieres huir del lugar en el que estás, el problema no es volver.

El problema es que has equivocado tu camino vital. No hemos venido a este mundo a sufrir y pensar de qué manera escapar porque nos sentimos en una jaula.

Así que si es tu caso, deberías centrar toda tu motivación en buscar el cambio de existencia que hará que la vuelta no sea sólo más fácil, sino que aligerará tu vida entera.

Espero que alguno de estos consejos te haya ayudado y me encantaría que me contases, de qué manera afrontas tú la vuelta.

¿Aplicas tips como estos o te lanzas a la rutina de cabeza?