Hace ya muchos años llegó a mis manos «1984», una novela de George Orwell. La escribió en clave futurista, ya que lo hizo en los años 40 y, lo que para nosotros es ya pasado, era futuro para él. Si no la has leído, déjame que te la recomiende.
 
No había vuelto a pensar en sus letras casi desde que la leí, pero últimamente ha vuelto a venir a mi mente.
El libro habla de una sociedad totalmente alineada, en la que rige la uniformidad de pensamiento. Con unos medios de comunicación que sesgan sistemáticamente la información y una población mentalmente controlada por lo que dicta su líder.
 
Viven en la novela en una guerra constante contra todo lo exterior, mantenida por el único interés de controlar las posibles sublevaciones interiores, dándoles un enemigo común.
El gobierno, como el de tantos países, se divide en ministerios. Sin embargo, en este caso ninguno de ellos busca mejoras para el pueblo, si no que fueron creados para controlar cualquier intento de pensar «fuera del tiesto».
 
Y así, sin libertad de actuación, pero sobre todo sin capacidad de crítica controlan las mentes de cada uno de los individuos que conforman una sociedad creada artificialmente.
El protagonista de la novela se rebela contra lo que le inculcan. El slogan de su país: Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza, deja claro el tipo de sociedad que aspiran a ser. Y él decide que no quiere participar en una vida sin conocimientos, ni libertad.
 
Pensaba tanto en el argumento de Orwell últimamente que me puse a pensar qué era lo que me llevaba a él una y otra vez.
 
Sé que estamos lejos de una sociedad así, pero también es cierto que hay en la nuestra, cierto tinte de supresión del pensamiento crítico, cierta tendencia a la socialización por encima de todo.
 
No enseñamos a los niños a pensar por sí mismos. No respetamos su criterio porque el de los adultos es mejor, y minamos su confianza poquito a poco.
 
Cuando se convierten en adolescentes están tan socializados, tan imbuidos en las ideas de su entorno, que creen tener criterio cuando sólo replican lo aprendido.
Veo cómo los padres exponen acalorados discursos políticos, insultando a unos y ensalzando a otros, delante de sus hijos, sin una gota de pensamiento crítico. Y los niños lo ven, lo escuchan, lo maman y acaban repitiendo lo que otros les han contado, como hacen sus padres.
En nuestra era tenemos acceso a toda la información que podamos desear, de una ideología, de miles, y aún así seguimos quedándonos con la misma. La que nos cuenta lo que queremos oír, la que se alinea con nuestra idea del mundo.
Y me pregunto, ¿cómo pretendes saber la verdad si siempre te cuenta la historia la misma parte? ¿Cómo puedes hacerte tu propia composición de la realidad si la compras sesgada y prefabricada, a sabiendas de que no está completa? ¿Cómo puedes decir que quieres hijos libres si no les enseñas todas las opciones y confías en su criterio?
Los medios de comunicación son empresas, instituciones que viven del dinero que consiguen, como cualquier otra compañía. Esperar independencia e imparcialidad de una organización que busca un beneficio económico es una utopía y, aún no comprendo por qué la gente continúa asombrándose de que eso sea así.
Ellos ponen el menú que deciden, sirven los platos de la información con la presentación que desean y decoran las noticias a su gusto. No es su culpa que tú las consumas sistemáticamente para después quejarte del regusto que te dejan.
La responsabilidad de informarte, de buscar otros canales, otros medios, de hartarte de información hasta que seas capaz de diseñar tu propio plato de realidad, es tuya. Tú eres quién alienta o destruye las certezas que otros te venden.
Ninguna sociedad puede avanzar comiéndose lo que le ponen en el plato. Crece cuando las personas que la conforman empiezan a pensar que quizás haya otras recetas, otra manera de hacer las cosas. Y, si no la hay, la crean.
 
Criticar a la ideología contraria, al inmigrante, al hombre, a los medios, al enfermo, al distinto es una manera absurda de echar fuera unas culpas que vienen de dentro.
 
La crítica debe estar en tu propia manera de actuar, de pensar. Debes abrir el campo, los ojos, las orejas y el alma. Ver dónde nunca has mirado y buscar dónde te dijeron que no encontrarías nada. Porque es ahí donde existe otra verdad, tan real o más que la tuya, en el lugar donde jamás la hubieras esperado encontrar.
 
Al principio, seguirás condicionado, leerás a medias, entenderás un cuarto y te cansarás de las distintas versiones para cualquier noticia. Entonces es el momento de leer más, escuchar más, atender el doble y pensar el triple.
aprenderás, llegarás a ser capaz de discernir de un vistazo aquello que sólo es una venta de ideología, uno de esos ministerios de Orwell para volver a meterte en las filas de la uniformidad, y qué es real.
 
Con el tiempo podrás corregirte a ti mismo cuando vuelvas a creerte una versión, sin contrastarla. Cuando te descubras confiando en los de siempre y comiendo de nuevo de un plato que no cambia.
 
Y, sobre todo, podrás por fin ser dueño de tus creencias, de tu ideología, elijas la que elijas. Porque no se trata de cambiar de rumbo, si no de optar por un menú porque es el que deseas, no el que te has acostumbrado a degustar.
Es difícil, supone esfuerzo y ganas. Pero lo merece todo. Ser libre, ser mentalmente libre para creer en quién quieras, en lo que desees, para enfrentarte incluso a aquello que apoyas, es la meta.
Hasta ahora te faltaban piezas para comprender el puzzle que solo completo cobra sentido. 
Cuando lo acabes descubrirás que quizás prefieres mezclar sabores y colores. Que no tienes porqué quedarte con una carta siendo la baraja tan extensa.
Dejarás de culpar a otros de la información que te dan, porque serás tú quien busque la verdad. Pararás de ser un peón con el que otros cuenten para manipular a su antojo, contando mucho más de lo que comen.
Si ese día llega, si no eres tú, si no cientos, si llegamos a ser capaces de educar en el pensamiento crítico, si nos responsabilizamos de una vez, si comienza a importarnos más aprender que agradar, la sociedad avanzará, la comunicación cambiará y lo que hasta hoy era válido, nunca más volverá a serlo.
Y habremos logrado, por fin, crecer.