Ahora que hace más de un año que abandoné mi trabajo por cuenta ajena, reconozco que no me he arrepentido en ningún momento de la ruta.

El 3 de mayo de 2021 decidí arriesgarme y darme de alta como autónoma. Hubo algunas voces discordantes por la decisión, pero fue tanto el apoyo que el salto era inevitable.

No todo el mundo emprende así. Con un cliente que confía en ti y te espera. Con una empresa que te facilita la salida. Con una familia que te apoya… y con casi nada de dinero en el colchón.

Pero cada emprendedor tiene una historia. Yo tengo la mía.

A día de hoy ni tener que pelearme cada tres meses para hacer la declaración del IVA, ni pensar que soy idiota por no saber rellenar el modelo 140. Ni siquiera los kilos de tiempo que pierdo en hacer labores de gestión que no controlo.

Nada de eso ha restado ni un gramo de la ilusión que tenía hace 13 meses.

Si hablamos de la soledad… eso es otra cosa. Yo, que soy una persona radicalmente sociable, que habla por los codos y que necesita de la interacción humana para existir, me llevo mal con las horas sin compañía. Me ayuda a centrarme y mantener el TDAH a raya, pero echo de menos los cafés a mediodía y las charlas compartidas.

Podría lidiar con ello, solo que el tema va más allá de escuchar otra voz. Se trata de una soledad más profunda. Esa en la que nadie te acompaña cuando el síndrome del impostor aparece. La que sientes cuando dudas respecto a un cliente o en los momentos en los que solo quieres que alguien te diga que tienes razón, mientras gritas que la vida es una mierda.

Y ahí, en esos instantes, es donde me he dado cuenta de lo fundamental que es el círculo de confianza.

 

Si no lo ves, mira otra vez

 

Círculo de confianza- Cris Ballester 1

En psicología, los círculos de confianza definen las relaciones que tenemos con los demás y como de cerca está cada persona de nosotros (núcleo del círculo). Según esa distancia tenemos contactos íntimos, de confianza media, poca confianza, muy poca y de desconfianza.

Si pensara solo un segundo, diría que mí círculo de confianza íntima es muy pequeño. Incluso el de media. Podría contar con los dedos de una mano a quiénes revolotean por el centro y, seguramente, eso me haría sentirme aún más sola. Porque en mi entorno más próximo no tengo emprendedores digitales, hay quién ni sabe lo que hago aunque se lo explique 100 veces y estoy segura de que podría dar nombres de quienes nunca aprenderán a pronunciar mi profesión.

Es solo un segundo. Un pensamiento que cruza la mente como una ráfaga pero que genera un sentimiento muy doloroso.

Y falso

Solo necesito un poquito más de tiempo. Volver a pensar, huir de la trampa del cerebro y entonces las nubes se van y aparece un panorama muy distinto esta vez.

Porque si no me dejo guiar por ese primer instinto engañoso, me hago consciente de que he dibujado un círculo de confianza, cariño y respeto, mágico. En él siempre están…

Mi hermana, que es el día de mi noche y que siempre pone el punto estratégico y racional a mi caótica locura.

Gonzalo con su paciencia infinita y esa confianza incondicional en mi capacidad.

Itxaso y sus impagables consejos.

✨ Las risas de comprensión mutua con Rakel.

✨ Los maravillosos WhatsApps de Heidi.

✨ Las cientos de personas que he conocido en redes sociales y cuya respuesta siempre es sí.

✨ Esos ratitos con excompañer@s de trabajo que me aportan una nueva perspectiva.

✨ Los mentores que me hacen de brújula desinteresadamente.

Es@s clientes que ya son amig@s.

Pero cuanto más miro, más soy capaz de ver. Y hay mucho más en este círculo que parecía vacío.

Mis padres, que son mi pilar y mi saco de lágrimas demasiado a menudo.

Mis sobrinos que me arrancan sonrisas que pensé que no me quedaban.

Mis amigas que, aunque no sepan de lo que les hablo, me escuchan con una sonrisa y paciencia infinita.

Estás tú que me lees porque hay algo en ti que conecta conmigo y nos une en este alocado universo de bytes.

Me acompañan quiénes ya no están, pero que siento muy cerquita empujándome a seguir.

 

Ahora que escribo esto, me doy cuenta de la suerte que tengo de tener un círculo de confianza que se extiende cada día un poquito más. Que es sólido, es resistente y me sostiene en él, aun siendo el epicentro de mil terremotos.

Dar las gracias se queda corto, porque a mi círculo le debo un trocito de mi felicidad, de mi negocio. De todo mi camino.

Pensándolo bien, todos somos el núcleo de nuestra propia circunferencia y un punto en la línea que marca la de los demás. Hay miles de círculos de confianza dentro del mío, intercalándose, retroalimentándose, contagiándose de ideas, nutriéndose de personas que saltan del mío al tuyo y a otro más.

No existe distancia de seguridad en esto porque es imposible mantener separada a la humanidad. Es la red que tejemos la que nos hace crecer. Estamos hechos para unirnos, juntarnos y remezclarnos hasta que la interacción genere evolución. 

Por eso, tras más de 365 días podría contarte mil anécdotas, quejarme de muchas cosas y hacerte reír con situaciones increíbles, pero voy a seguir sumando días a esta aventura de emprender antes de hacerlo. Lo que si te dejo es este consejo. Y, sinceramente, creo que es lo más valioso que puedo ofrecerte.

 

Si estás emprendiendo, cuida tu propio círculo de confianza

 

Mantente presente y dale cariño porque es el que te abrirá las alas aunque no quieras volar, el que cuando te caigas, se tumbará a tu lado hasta que estés lista para volver a intentarlo y el que te tirará de las orejas cuando te desvíes de la ruta.

Escoge bien quién te rodea