La infancia es mágica. Es la única época de nuestra vida en la que todo es posible. Podemos volar con la imaginación, jugar a ser mayores, creernos inmortales e inventar no sólo el futuro, si no tantos como queramos.

Marianela vivió una infancia así, como la que todos los niños deberían tener. Nació en pleno otoño argentino, en Marzo del 84.

Cosas del destino que la convirtió en excepcional ya desde su nacimiento, al ser la única niña entre cuatro hermanos. Sin embargo no era una princesa consentida, porque ella fue siempre la reina de aquella casa.

Así todo, eso no le impedía disfrutar jugando con sus hermanos. Cinco niños en una casa de Córdoba solo puede convertir sus infancias en pura dicha.

De esa de pelo enredado, piernas marcadas por las heridas del juego, risas trepando a los árboles y enfados de por vida que desaparecen en un suspiro.

Después había momentos de soledad. Esos los dedicaba a peinar a sus muñecas, a escribir miles de sueños en sus libretas y a la radio. Grababa los programas en cassettes y convertía a su familia en oyentes improvisados, que acababan volviéndose fans irremediables de su creatividad.

Triunfar como cantante, actriz o bailarina, vivir de enseñar en colegios o lograr medallas olímpicas. Cualquier deseo era posible en la mente infantil de una Marianela que no conocía los límites que la vida va imponiéndonos.

Ser policía como su padre nunca fue una de sus posibles elecciones, pero era feliz siempre que él la llevaba a su trabajo. Solo con una libreta le hacía sentir que su labor era crucial y nada hay más importante para un niño que saberse amado y valorado.

Llevándola consigo, su padre la convertía con una sonrisa en el centro del mundo, en la mejor ayudante, en la profesional mejor valorada y en la hija más querida.

Así Marianela creció viviendo una vida sin demasiadas preocupaciones, en un entorno constante que le acompañó desde pequeña. Poco a poco fue forjando su personalidad, como cualquier niño mientras crece. Solo que ella, era una líder nata de carácter arrollador y personalidad activa.

Si había una obra de teatro, se presentaba para actriz. Si había elecciones a delegada de clase, ella era la elegida. Su época escolar la pasó envuelta en miles de actividades a las que se lanzaba sin dudar.

Mirando atrás, toda su infancia es para ella fuente de sonrisas, brillo en los ojos y el reflejo del amor que empapó cada segundo de aquella época.

Con los años llegan los cambios. La existencia se complica y lo que siempre fue eterno, se vuelve incierto. Así la entrada en la Universidad supuso para Marianela un traslado en el que dejó atrás todo su entorno conocido. Tuvo que abandonar su zona de confort y mudarse a la gran ciudad.

Pero cuando tu círculo es estable, no existe el miedo de perderlo. Por eso la mudanza del entorno rural a la ruidosa y ajetreada urbe fue sencilla. Sin dramas, ni traumas. Una aventura más que disfrutar.

Escogió Fonoaudiología, una formación enfocada a ayudar a personas que no pueden comunicarse, y se convirtió en Logopeda. Después completó su formación con un Máster en Neurología aplicada a la logopedia.

Fue en sus años universitarios cuando el amor llegó a su vida. No un amor de esos tranquilos y cómodos, que se mantienen con cenas de viernes y cine los sábados. No, un amor de los que te hacen escoger. Un amor en el que solo hay dos opciones, o jugártela o perderlo.

Y Marianela se la jugó.

Se mantuvo en Argentina el tiempo suficiente para acabar sus estudios y después, empaquetó su vida y cruzó el océano. ¿El destino? Barcelona.

Hay aventuras eternas y otras que forman parte de nuestro aprendizaje. Y luego están las otras. Esas que además de enseñarnos, nos premian con algo más.

Aquel amor terminó, pero su recompensa es incalculable. Porque de aquella locura, de aquella historia que empezó diciéndole adiós a una vida, surgió otra. La de Álex.

La existencia de Marianela nunca volvería a ser la misma porque donde antes estaba sola, ahora serían siempre dos. Y de dos a tres, cuando el amor volvió a llamar a su puerta.

Una nueva ilusión y volver a partimentar el corazón porque un nuevo regalo llegó a sus vidas cuando Sol iluminó su hogar.

Desde que la pequeña de la casa nació, Marianela tuvo claro que necesitaba un trabajo que le permitiese estar con su familia, para que sus hijos pudieran tener una infancia como aquella de la que ella había disfrutado.

Primero intentó emprender en el área de la logopedia, pero se encontró con tantos frenos que tuvo que dar un giro a su estrategia.

No fue algo meditado, como todo el mundo piensa. Nadie se levanta un día, decide que quiere dedicarse a algo y lo logra al día siguiente. Es en lo que no nos cuentan dónde se esconde la realidad.

Pasó mucho tiempo invirtiendo un tiempo que le robaba a su familia, y un dinero del que carecía en formaciones que le prometían convertirse en el Dorado de Internet.

A ella, que ya llevaba años trabajando como Community Manager. Primero de su propia tienda, después de cada empresa de la que formaba parte. En un momento en el que el potencial de la red era casi desconocido, ella fue capaz de verlo y comenzar a trabajar de algo que aún no tenía nombre.

Se convirtió en Community Manager, cuando la mayoría de la gente pensaba que estar en Internet era perder el tiempo y dedicarse profesionalmente a ello, una utopía tal que Marianela ni siquiera recibía pago por su trabajo en las Redes Sociales.

Le decían a ella que debía formarse cuando su experiencia le había otorgado un Máster vital con el que casi nadie contaba. Y así, de repente comenzó el cambio.

Su esfuerzo y dedicación previos encaminados a generar y posicionar una marca personal fiable y referente, hicieron el resto.

De pagar para formarse a darse cuenta de que lo que los profesionales necesitaban eran respuestas reales a situaciones reales de su día a día como Community Managers. El mercado requería algo muy distinto a lo que se estaba vendiendo.

Las personas buscaban formaciones prácticas y un soporte real de un profesional del sector, no anticuadas teorías envueltas de curso online, que huelen a obsoleto y que genera más dudas que soluciones.

Fue entonces cuando el camino apareció ante ella. No por magia, ni por suerte. Fue su incansable trabajo previo, los errores que cometió, el dinero que pagó sin resultados y el esfuerzo incesable y constante, el que preparó a Marianela para los logros de los que puede enorgullecerse hoy.

Es ahora cuando cuenta con un modelo de formación propio. No una escuela, ni una academia. Es un Aula Virtual. Un lugar donde dos profesionales se sientan frente a frente.

Marianela

No hay maestros, hay una persona con un amplio bagaje y otra que desea iniciar ese camino. Una explica conceptos y apoya; y la otra pone sobre la mesa su interés y confianza. Eso es lo que diferencia su formación de cualquier otra, la relación que establece con los alumnos y el acompañamiento constante.

Nada hace más grande a una persona que recordar en las buenas, los momentos malos que pueblan su historia. El ser capaz de volver a ponerte en el lugar de tu ‘yo’ del pasado y, con eso, meterte en la piel de miles de personas que están pasando por aquello que superaste, es lo que distingue a las grandes personas.

Y Marianela no lo ha olvidado. Recuerda perfectamente a aquella profesional que en sus inicios pagaba por costosas formaciones un dinero que no tenía. Por eso, creó un canal de Youtube donde regala contenido de valor incalculable a personas que no pueden costearse una formación, pero que quieren tener la posibilidad de empezar un nuevo camino. Como hizo ella.

Uno en el que el sacrificio sigue siendo una constante. Madrugar para dedicar los primeros momentos del día a la familia. Organizarse para que las tardes sean únicamente para los niños.

Gestionar un negocio desde casa suena siempre más sencillo de lo que en realidad es, pero ella se ha ganado a pulso la potestad de organizar sus responsabilidades según sus necesidades.

Grabar vídeos o podcasts, bailar, rezar, hacer yoga o simplemente meditar, son pequeños logros que disfruta tras haber pasado mucho tiempo luchando sin tregua para conseguir la independencia que le permitiera ser libre.

No ha sido fácil pero mirando atrás es capaz de ver su crecimiento. Se hace consciente de todo lo que ha cambiado y evolucionado desde que decidió dar un giro a su ruta y crear el destino que deseaba.

No está tan lejos de lo que un día soñó. Ansiaba ayudar a otras personas a comunicarse y ahora vive haciendo que profesionales comuniquen correctamente .

Es ver cómo sus alumnos logran crear el futuro que de niños idearon, lo que hace que todo merezca la pena. Por ellos, por ella, pero también por aquellos de los que tuvo que alejarse cuando comenzó una aventura que ha ido llenando de miles de capítulos. El orgullo de sus padres y darles a sus hijos unos valores sólidos, son los pilares de todo.

Aquella niña de Argentina que se creía eterna, infalible y mágica. Esa que pensaba que podía llegar a deportista olímpica, la que no dudaba de que pudiera ser actriz, nunca lo supo. Porque soñaba que cualquier cosa era posible, pero lo que no sabía es que, después de todo, podía ser mucho más de lo que pensaba.

Podía ser grande, altruista, esposa, madre, emprendedora, exitosa y feliz. Y, sobre todas las cosas, podía y debía ser lo que es hoy:

Libre para volver a inventar millones de futuros.

Te dejo sus redes para que comiences a seguirla desde ya!

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Marianela Sandovares