Según la Real Academia Española, la palabra penitencia tiene, nada menos que, ocho significados. Muchos de ellos están relacionados con la religión católica y la absolución de los pecados. Al que yo me quiero referir dice así: «Acto de mortificación interior o exterior».

Ha de suponerse que la mortificación se da por haber pecado legal o religiosamente, por haber incumplido algún precepto divino o humano y por saberse errado en el acto delictivo. Sin embargo, la penitencia sobre la que escribo estas líneas hoy es bien distinta.

Se trata de la que cargan sobre sus hombros unos padres, que en principio no tendrían porque realizar exculpación alguna. Son los padres de una niña conocida tristemente por todos nosotros: Marta del Castillo.

Desde la desaparición de esta joven de 17 años, han pasado ya 9 meses. Durante ese tiempo los avances policiales han sido cuantiosos, pero se han dado de bruces con un elemento incontrolabe: la insolencia adolescente. La más vil y rastrera indiferencia de los acusados (asesino confeso incluido) ante un crimen sin sentido. ¿Hacia dónde nos lleva una sociedad en la que unos ‘niñatos’ pueden bailar al son que ellos mismos marcan, mientras la policía se ve atada de pies y manos?

Han jugado con la policía, con las instituciones y con la sociedad en general desde el día uno de su aparición mediática. Miles de euros gastados en buscar el cadáver de Marta en diferentes escenarios, infructuosos todos ellos, pose altanera en sus llegadas a los juzgados, implicación de cada vez más individuos en el asesinato y posterior desaparición del cadáver, cambios continuos en las declaraciones…. Este caso se ha convertido en el mayor fracaso de los ultimos años a mi entender.

Miguel Carcaño se rie de todo el mundo en sus paseos a los juzgados. Los baños de multitud en los que se regodea cada vez que abandona la penitenciaria le llenan de orgullo y cada vez que aparece en escena, los hechos cambian. Ahora reconoce haber matado a Marta, pero se desdice de la violación. Para más Inri asegura que mintió para evitar ser juzgdo por un jurado popular. ¿No se penan este tipo de acciones?
¿Qué tipo de justicia tenemos que permite que se moldeen las circunstancias a gusto del acusado? ¿Cómo puede ser que aún no se haya conseguido dar sepultura a Marta?

Señores míos, algo falla en la juventud española, pero también en los órganos judiciales y políticos que deberían enderezar a ese grupo social. El que la hace la paga de toda la vida, ya no funciona en España.

Mi apoyo a la familia de Marta del Castillo y mi ánimos desde esta página.