Cuando eres pequeña y estás enferma llamas a mamá cada rato. Ella se acerca a tu cama y te pregunta que qué necesitas, y tú le dices con cara de pena que nada. Entonces tu madre con buen criterio se da la vuelta para irse de la habitación y tú pones tus mejores ojos de corderito degollado y le pides que se quede un ratito contigo (ella, por supuesto acepta, porque ¿qué no haría por nosotros nuestra mami?). No te cura la presencia de tu madre, pero te reconforta y, como por arte de magia, parece que los síntomas remiten.

Al crecer y vivir por tu cuenta, te sientes muy adulta y orgullosa hasta que enfermas por primera vez. En ese momento, echas de menos que tu madre acudiera de vez en cuando a mirarte la fiebre, a arroparte o a llevarte un caldito. Es ahí cuando te das cuenta de la gran falta que te hace ese apoyo.

En estos momentos no me encuentro enferma, pero sí que estoy en una situación en la que cualquier ayuda reconforta y, aunque no acabe con el problema, lo hace más llevadero. Debo decir que en este tiempo en el que las oportunidades laborales se me escapan como la arena entre los dedos, he encontrado a muchas personas que me han apoyado de mil maneras (y también otras que me han fallado, pero a esas no las dedicaré líneas).

Jesús Castells no es un amigo, no nos conocemos en persona, no hemos comido kilos de sal juntos, ni tampoco hemos charlado durante horas sobre nuestros problemas y, sin embargo, ha conseguido reconfortar mis síntomas. Su libro «Josdeputaaa  me han echao» (lo sé, acabas de reírte con el título) no es una típica guía de autoayuda repleta de sainetes ajados y de color sepia.

Si llegas a él esperando consejos mágicos de gurú de la madrugada televisiva, te diré que no es eso lo que vas a encontrar. Lo que sí te garantizo es que, después de leerlo, vas a ser capaz de desdramatizar, de relativizar y de aprender que afrontar las cosas malas de la vida con una sonrisa es siempre la clave para que mejoren.

Si, por el contrario, estás trabajando, pero ves como van cortando las barbas de tus vecinos, este libro te ayudará a entender cómo poner las tuyas a remojar de la mejor manera posible. Anticiparse es mucho mejor en estas circunstancias.

Puede que no aprendas nada nuevo, que leas el libro y digas «bah, todo esto ya lo sabía», y aún así merecerá la pena leerlo por el vocabulario coloquial, los chistes y la sonrisa que te asomará en cada página (por si no lo sabías, reír alarga la vida).

En resumen, gracias a Jesús por hacer del desempleo algo un poco menos gris, un poco menos triste y un poco menos vergonzoso. Al fin y al cabo saber reírse de uno mismo, es una de las claves para empezar a mejorar.