Nacida lejos del ajetreo urbanita, Elena Arnaiz Ecker se declara orgullosa de ser “de pueblo”, tanto como el asturiano municipio de Moreda de Aller puede estarlo de ver a una de sus hijas llegar tan lejos como lo ha hecho. La vida no puede apreciarse si no con la perspectiva que otorga la lejanía, y no cabe duda de que a sus treinta y seis años mirar hacia atrás debe ser para ella un lujo.

Ya desde niña era habladora y curiosa, apuntando maneras hacia lo que sería su profesión en la madurez. La presencia de su hermano despertó en ella la pillería que se necesita para desenvolverse en la vida sin grandes miedos y pisada fuerte. Sin embargo, no olvidó nunca la importancia de dedicar tiempo a los estudios y de adquirir responsabilidades.

Alentada siempre por un entorno familiar sereno aunque disciplinado, horneó sus propios valores al lento fuego que marca el vivirlos desde tan joven, que creces con ellos sin saber siquiera cómo llegaron a ti. Esos principios arraigan en tu alma y viven contigo, o tu con ellos, en una simbiosis perfecta que se vuelve parte de tu ser con los años.

En la infancia de Elena Arnaiz Ecker, marcada por cicatrices de guerras con barro, de juegos callejeros y de bocadillos de nocilla, las risas tuvieron una importancia singular. Para la mayoría de nosotros las carcajadas y las sonrisas forman parte de nuestros recuerdos más vívidos de épocas mejores, sin embargo para ella eran la marca que diferenciaba a unas personas de otras. Ávida de entender un mundo adulto que aún le quedaba lejos, se preguntaba qué era lo que hacía que unas personas sonriesen tanto y otras apenas lo hicieran. Su cerebro se interrogaba sobre qué tenían los niños que eran sus amigos, que a aquellos con los que no le gustaba estar les faltaba.

Su sueño era ser maestra, a pesar de que era otra profesión la que alimentaba sus cuestionamientos constantes, sin saber ella aún ponerle nombre. Una serie de televisión le abrió los ojos a lo que ella deseaba en la vida, y aún desconocía que existía: la psicología.

Desde niña deseaba ayudar a los demás, trabajar con personas y conseguir que vivieran una vida más plena y feliz, pero iniciada la carrera el gusanillo de la psicología laboral le picó y ya no la dejó escapar. Más de 14 años dedicados a su especialidad, hacen de ella un referente en cuanto a orientación profesional, intermediación laboral y recursos humanos en general.

Alegre, vital y optimista, no ha conseguido evitar los zarandeos de la vida, pero sí ha aprendido a enfrentarse a ellos con la mejor actitud. Circunstancias personales y profesionales que podrían haberle hecho tirar la toalla, sólo han conseguido hacerle más fuerte y flexible ante las sorpresas que el destino le ha deparado. Consciente de que la mayor fuerza se extrae siempre del contacto con aquellos que nos quieren y a quienes queremos, se refugia en ellos, en largos paseos, en tardes de lectura y en la naturaleza. Vive su existencia jugando a hacerse consciente de cada pequeño instante para atesorarlo como el regalo que es.

Su llegada a beBee es relativamente reciente pero se enamoró de la continua interacción de sus miembros y de la vitalidad que desprende. Aunque ya nos ha impresionado con sus contenidos, sigue queriendo descubrirla aún más.

Después de todo en el fondo mantiene la esencia de esa pequeña curiosa, que buscaba a toda costa la razón por la que es tan bella la sonrisa de unas personas, y hay otras que han olvidado sonreír.

Gracias Elena!!

Twitter: @elenaarnaiz
Facebook y LinkedIn Elena Arnaiz Ecker