«¿Envidia yo? Qué va!». 
«Nunca he sido celoso». 
«La verdad es que tiene muy buen carácter. Nunca se enfada».
«¿Miedo? Yo no le tengo miedo a nada».
Mentiras. Dichas de mil maneras, contadas a millones de oídos distintos, repetidas en tu cabeza constantemente.
No debes ser inseguro, ni dejarte llevar por la ira, ni la ansiedad. El mundo quiere personas con la confianza a tope, la ambición medida, serenas, controladas.
Solo que eso… No son personas. Son robots.
Me gusta Star Wars. Tiene todos los ingredientes para haberse convertido en una saga de culto: los buenos, los malos, viajes intergalácticos, razas inverosímiles, una guerra por la libertad y un pulso constante a la mente humana.
 
Los Sith, tan malos, tan oscuros que hasta su propio físico los delata, tan dominados por sentimientos negativos. Los jedis, tan buenos, tan constantes, tan comprometidos con la causa y tan autocontrolados.
La Fuerza como hilo conductor de una película en la que sólo se puede llegar a la excelencia suprimiendo todas las emociones negativas. No deben sentir ira, ni miedo, ni deseos de venganza. Porque todas esas emociones de la mano hacia el lado oscuro te conducen, un camino de no retorno en el que no hay semillas ni florecillas. Únicamente irá y destrucción.
La bondad está en la supresión de cualquiera de esas emociones tan humanas que forman parte de la naturaleza.
Millones de personas sufrieron en cada batalla de Luke contra Darth Vader, deseando la victoria del primero para años más tarde descubrir que ese ser tan maligno y oscuro había sido un niño encantador.
Quizás no hayas visto ninguna de las películas, pero conoces a los personajes. El malo es el malo, el bueno es el bueno en un maniqueísmo extremo en el que no hay cualidades positivas en el lado oscuro, ni negativas en el lado de la Fuerza más pura.
Nunca me había planteado, hasta hace bien poco, la cantidad de Yodas que pueblan nuestras vidas. Nuestros padres, nuestros profesores, nuestros amigos. Pasamos por miles de maestros de la Fuerza que tratan de conseguir que no viremos al lado oscuro.
Es lógico que se nos enseñe la diferencia entre la bondad y la maldad, pero ¿a qué nos lleva la exigencia de un autocontrol constante?
Suprimir las emociones negativas, negarnos a nosotros y al mundo que sentimos pánico ante ciertos retos, envidia de otros logros, ira ante situaciones que nos sobrepasan o mil punzadas de envidia, es mentir y, sobre todo, es colocarnos el listón tal alto que no podemos alcanzarlo.
¿Eres peor persona por esa inseguridad que te hace dudar tanto de ti mismo que llega a bloquearte? ¿En qué te convierte ese enfado en el que gritas y das un golpe en la mesa para decir basta?
 
Somos humanos y debemos respetarnos como tales. Como personas capacitadas para los más hermosos sentimientos, para la compasión, la solidaridad, el amor, la alegría. Así y todo, el paquete trae consigo también aquellos de los que nos avergonzamos, porque nos han enseñado que debemos bloquearlos en vez de aprender a gestionarlos.
 
No existen los jedis, ni los Sith. No son entes aislados, ambos forman un todo, un sólo ser. Son el Yin y el Yang de cada persona, su parte más noble y comprometida y aquella que tiende hacia la ira y la venganza.
El lado oscuro no es un camino, es una parte de nosotros mismos, está dentro de ti, al igual que lo está la Fuerza.
No hay buenos. No hay malos. Estás tú y toda tu esencia y en ella confluyen todas las realidades de este inmenso universo.
Nunca ha sido una encrucijada, simplemente se trata de potenciar uno y aprender a gestionar el otro. Intentar borrar de un plumazo, esconder o acallar aquello de lo que no estás tan orgulloso te llevará a una guerra sin cuartel contra todo tu universo.
 
Puedes desenvainar la espada láser y comenzar un combate que no puedes vencer contra tu yo interior o abrazarlo y aceptar que estará ahí quieras o no.
Solo aceptando que no tienes porque prescindir de una de tus partes, podrás ser libre.
Porque la Fuerza te da poder. Te hace bondadoso, te acerca a otras personas, te ayuda a mantener el control de tu vida. Pero por sí sola te mantiene en la frustración de no poder expresar tus emociones más primarias.
Y el lado oscuro te da poder. Te empuja hacia delante, te descubre tu fortaleza al enfrentarte a tus miedos, te motiva a crecer con la ambición. Pero por sí solo te aísla del resto del mundo y te marchita en una existencia de odios y recelos.
La FUERZA, así en mayúsculas, la de verdad, está en la unión armoniosa de esas dos vertientes de tu yo. La instintiva que se guía por impulsos y la racional que mantiene la compostura, la cordura y la bondad en cada situación.
 
Ambas caras de la moneda se necesitan para hacer de ti lo que debes ser. Las dos facetas de tu personalidad son complementarias y vitales.
Permítete ser quién eres, crecer hasta donde ansíes y olvida la premisa de que no debes permitirte lo que está en tu ADN. Conócete, gestiónate y sigue adelante.
Qué la fuerza te acompañe, joven padawan. Y el lado oscuro… También.