¿Cómo puede ser que mi colega de trabajo se compre tanta ropa con el mismo sueldo que yo? ¿Por qué a mi compañero de universidad le llueven las ofertas de trabajo y a mí no? Qué guapa es esa chica, ojalá tuviese su altura. Qué suerte tiene mi vecino que puede permitirse viajar cada mes.

Nuestro cerebro nos lleva, pensamiento a pensamiento, a vivir en una infinita comparación con los demás. Nos esforzamos por comprender qué hacen para tener la suerte que a nosotros nos falta, o las oportunidades que nunca conseguimos.

Sin embargo, no solemos ganar la contienda de la comparación. Nos comparamos para denigrarnos. Son comparativas en las que solemos salir perdedores, frustrados y doloridos en lo más importante que tenemos para continuar nuestro camino: la autoestima.

Las personas con una alta autoestima no pierden el tiempo en comparar sus vidas con las de los demás. Y, si lo hacen, es únicamente para darse cuenta de que si otros lo han conseguido ¿por qué no ellos?

La comparación es muy sana cuando nos fijamos referentes que hacen que saquemos lo mejor que tenemos para llegar donde ellos ya han llegado. Es un potente motor para dar más de nosotros mismos, para subirnos el listón y para superar nuestros límites. Pero, habitualmente no se trata de comparar para mejorar, nos comparamos por una adicción tóxica a la autocomplacencia, de la que nada bueno podemos extraer.

Compararnos con los demás nos lleva a la competición, a la envidia, a la devaluación de nuestras propias virtudes como individuos. Compararte es denigrarte porque es decirle a tu cerebro que no deberías ser como eres, que la vida te iría mejor si fuera como aquel con quien te comparas. Y el cerebro te cree.

Sé que no puedes evitarlo, que ves y escuchas lo que te rodea y la mente va por libre. Por eso debes hacer el esfuerzo de recordar tu valía. De pensar que tu sendero no es el mismo que el de otras personas. Que tus pies te llevarán a otros lugares y nada tiene de malo no ser iguales ni lograr las mismas cosas por los mismos medios.

Somos distintos, nada más. Nuestra existencia es única y, por muy sencillo que creas que es todo para quién camina a tu lado, la realidad no suele ser así.

Como te decía al comienzo, existe la comparación positiva. Es aquella en la que te comparas para convertirte en la mejor versión de ti mismo. Es la que hace que te atrevas a hacer algo nuevo porque has visto como otros han logrado lo que creías imposible.

Muchas empresas llevan años aplicando la técnica del Benchmarking. Es una táctica que busca comparar sus productos con aquellos que ofrecen los líderes del mercado y ver cómo pueden mejorar para poder escalar posiciones de venta.

Como ellas, si te vas a comparar hazlo con los mejores, con aquellos que consiguieron tu sueño antes que tú. Piensa en qué podrías hacer tú para lograr lo que ellos obtuvieron. Hazlo desde una autoestima equilibrada, desde la colocación justa del ego y desde la claridad de la mente. Sin envidias, ni celos.

Gracias a esa comparación, si la realizas con el afán de mejora, podrás comenzar tu recorrido hacia tu meta. No el mismo que otros caminaron, no con el mismo objetivo. El tuyo propio, ajeno al de los demás, simplemente teniendo en mente que nada hará que tú no puedas con lo que otros ya pudieron.

Debes recordar que compararse es un acto de autodestrucción, ya que en vez de volar hacia tus propios objetivos, vives y sueñas los de otras personas. Denigras tus propias virtudes, sin darte cuenta de que son parte de lo que te hace único. Y, en un acto sumo de resistencia, tratarás de menospreciar a los demás para sentirte mejor contigo mismo.

Por eso, nadie te garantiza que sea un camino fácil, sobre todo porque tendrás a cada paso la tentación de volver a la costumbre aprendida.

Educar en comparar

Desde pequeños se nos educa en la comparación enfocada a la competencia. Y es, sin duda, el mejor modo de desvirtuar las capacidades reales de cada individuo. Cada uno somos buenos en algo, pero raramente en todo. Enseñar a los niños a que deben ser los mejores atletas, los estudiantes más laureados y los socialmente mejor valorados es poner sobre sus hombros una carga con la que caminamos durante toda nuestra existencia.

Se olvidan de enseñarnos a alegrarnos por los logros de los demás, a valorarnos tal como somos en vez de únicamente por aquello en lo que salimos victoriosos al compararnos. 

Es un modo de crecer que hace que se reproduzcan las envidias, los celos, la no aceptación del valor del otro y la pérdida gradual de la propia autoestima.

Vivir en la comparación es no permitirte ser nunca feliz. Ancla tu existencia a la de los demás, mantiene tu autoestima dependiente de otros, deja en manos de aquellos con quienes te comparas la importancia de unos valores que deberían ser únicamente tuyos.

Piénsalo, al comparar la Tierra con Júpiter nada tiene que hacer la primera. Y sin embargo aquí está, dando cabida a la existencia de millones de seres que dependemos de ella. No te compares con el halcón en su vuelo mientras le envidias por hacerlo. Simplemente trata de ser tu mejor versión dentro del área donde has elegido desenvolverte.

Aprende que tu vida es tuya y no tiene comparación con la de los demás. Con sus luces y sus sombras. Me gustas así, en tu locura, en tu serenidad, en tu diferencia. Me gustas porque eres único. Te valoro por todo aquello que tienes que aportar, pero eres tú quien tiene que aceptarse y potenciarse. Si lo haces, ni el horizonte podrá pararte.

No hay más. Ni más secretos, ni más opciones. Así de sencillo o de complicado, depende de ti. Puedes seguir mintiéndote o aceptar que siempre habrá personas más inteligentes que tú, más altas que tú, con más dinero que tú. Pero tuya es la elección de cómo afrontarlo.

Aléjate de las envidias y troca las circunstancias a tu favor. Conviértete en aquello que siempre has soñado, motivado por el hecho de que otros consiguieron volar donde había quienes les ataban al suelo.

Te lo he dicho muchas veces, y hoy es una más. No persigas la senda de nadie, crea la tuya propia. Siéntete orgulloso de quién eres, de tus pasos, de toda tu esencia. Tienes miles de motivos para admirar la persona que eres, en vez de compararte con lo que otras personas son. No dejes que los sueños de otros diluyan los tuyos, que los galardones ajenos eclipsen ante tus ojos lo valiosos que son los que has ganado.

Continuar la ruta de otra persona es perder la oportunidad de construir la tuya, es creer que no merece la pena crear y que es mejor seguir a otras personas. Es tener miedo de enfrentarte a un terreno desconocido y mantenerte en un entorno seguro. Pero no descubrirás nada nuevo, no aprenderás nada sobre ti si colocas tus pies sobre otras pisadas. Atrévete a dejar tus propias huellas.

No llegaste a este mundo a ser la copia de otras vidas si no para hacer de la tuya algo que merezca la pena. Tu camino es tuyo, anda el sendero seguro y satisfecho de lo conseguido. Disfruta y alegrate de los pasos que dan otros hacia sus metas, sin olvidar nunca las tuyas. 

Abandona la manía de comparar. No persigas, no compitas. Deja de denigrarte en la contienda y serás libre. Serás auténtico, serás tú. Es hora de dejar de vivir en esa comparación que sólo te aleja de los demás y disfrutar de tu ruta.

Tú tienes el poder de surcar cualquier cielo, ¿te atreves a dar el primer paso?