Te miro a ti y me miro a mí. Dos piernas, dos brazos, dos ojos, dos orejas. La mirada se te torna triste, alegre o ansiosa dependiendo de la ocasión, igual que a mí. Se me erizan los pelos cuando siento frío o miedo, del mismo modo que te ocurre a ti.

Somos iguales, amamos, aprendemos, reímos y lloramos. Y, sin embargo, algo en tu cerebro te ha convencido de que eres más que yo. Pero, ¿quién te crees que eres?

Creaste un negocio, o lo heredaste de tus antecesores. Empezaste desde abajo, o te lo dieron todo hecho. Da igual, la realidad es que ahora mismo pasas tus jornadas laborales sentado en el trono de tu imperio. Observas desde lo alto a los humildes mortales, y te crees juez y parte de cada vida.

¿De qué te estoy hablando? Pongámonos en situación, porque quizás lo que voy a contarte nunca te haya ocurrido, aunque también es probable que veas en estos casos reflejadas algunas de tus vivencias.

Estás buscando empleo, ya sea porque no lo tienes o simplemente porque deseas mejorar tus condiciones laborales. ¿Qué haces?

En nuestra realidad actual la búsqueda de trabajo se ha convertido en un abanico de estrategias posibles. Hay quienes se sientan a esperar que las ofertas llamen a su puerta, quiénes se apuntan a millones de ofertas a través de portales como Infojobs o Infoempleo, y luego hay otros que hacen un barrido exhaustivo.

Los últimos, tienen presencia de calidad en RRSS, utilizan de manera activa Linkedin o Twitter, pero además de usarlas tratan de posicionarse como un candidato atractivo, para conseguir que las empresas lleguen a ellos, en vez de tener que salir a su encuentro.

De una manera u otra, con más o menos éxito y/o rapidez, las oportunidades acaban llegando si trabajas por ello. Pero, ¿qué ocurre cuándo lo que llega no es lo que esperabas? ¿qué pasa si lo que toca a tu puerta es una oferta esclavista, una gerencia déspota o un trabajo no legalizado?

Lo que pasa es siempre lo mismo. Debes dar las gracias, aceptar y callar, o… no.

Últimamente varias empresas se han interesado en mí. Es cierto que en este momento vital no realizo una búsqueda exhaustiva de trabajo, pero siempre estoy dispuesta a escuchar ofertas e interesada en descubrir nuevos horizontes. Y, en los últimos meses me he encontrado en varias ocasiones con una circunstancia que, así entre tú y yo, me repatea hasta lo más profundo de mi ser.

No por mí, que también, si no por la cantidad de personas que tienen que callar y aceptar.

Ya no te voy a hablar de condiciones abusivas, horarios que hacen desaparecer la línea que separa la noche y el día, o ambientes laborales enrarecidos. Aunque es muy probable que con la mentalidad que me han mostrado sus gerencias, estas empresas no sean el mejor lugar para pasar la vida.

Caso 1

Recibo un mensaje a través de Linkedin, interesándose por mis tarifas en la redacción de textos para web. Tras saludar a mi interlocutor y agradecerle su interés en mis servicios (además de investigar por mi cuenta qué empresa es y descubrir que apenas cuenta con presencia online), pregunto el tipo de escritos, la periodicidad de los mismo, la temática, cosas básicas para poder hacer un cálculo del tiempo que va a ocuparme en caso de llegar a un acuerdo.

Me responden, una semana después, que si voy a poner tantos requisitos únicamente para pasar un presupuesto, no soy el tipo de profesional que busca en su compañía. Añade que en su empresa, él pide y se le da, sin preguntas ni exigencias.

Leo el mensaje (interminable, por cierto, le hubiera llevado menos tiempo responder a las preguntas) y me pregunto, ¿qué tipo de director general respondería algo así? ¿qué mentalidad empresarial impera en una compañía en la que su valor estrella es el despotismo de su gerencia?

Caso 2

Que podría ser el 3, el 4 y así hasta el infinito ya que se ha repetido millones de veces, tanto en mi personalmente como en personas que me han trasladado casos parecidos.

Empresa contacta con profesional para interesarse por incorporarle a sus filas. Quiere conocerle. Sin embargo, no se presenta, no desvela de qué empresa se trata, ni el puesto de trabajo, ni las condiciones.

Eso lo hará en persona. Cuando el profesional, empleando sus propios medios, se desplace hasta el lugar que el empresario elija, para llegar y descubrir si el viaje le ha compensado o no.

La mayoría de las veces el candidato accede. Viaja lo que haga falta para ser recibido por el Dios de dioses que tiene en su mano el poder de otorgarte un sueldo mensual. Pero otras veces, el profesional decide valorar su tiempo en la medida de lo que cuesta.

Es entonces cuando surgen las preguntas, y en este punto voy a permitirme copiar un extracto de la respuesta que una persona cercana a mí envió a uno de estos empresarios:

«Buenas tardes,

En primer lugar muchas gracias en el interés mostrado en mi trayectoria profesional.

Por supuesto que no tendría inconveniente en acercarme a vuestra oficina. Sin embargo, antes de concertar una cita, me gustaría conocer los detalles de la oferta para la que me habéis contactado. Actualmente estoy trabajando, por lo que me agradaría saber si la vacante que estáis gestionando mejora mis condiciones actuales.

Esperando tu respuesta, recibe un saludo.»

Y, por supuesto, la respuesta obtenida:

«Ya que como comentas no tienes inconveniente en desplazarte, te esperamos el jueves a las 11:00 en …… (dirección de su centro de trabajo)»

Suena raro que una empresa no quiera desvelar absolutamente nada respecto a la necesidad que le ha llevado a contactarte. Por eso, la persona que me envió los textos, insistió en querer conocer más datos respecto al trabajo. Del mismo modo, les indicó que ya que estaba en activo, le era imposible acudir a una entrevista a las 11:00 de la mañana de un jueves.

¿La respuesta de la empresa? Aquí la tienes:

«Vemos por tus mensajes que no tienes ningún tipo de interés en el puesto que estamos ofreciéndote. No entendemos tu presencia en una red laboral como LinkedIn si no deseas ser contactado por empresas.

En vista de que no tienes el más mínimo afán de darte a conocer, te informamos de que ya no eres apto para la vacante.

Te deseamos mucha suerte en futuros proyectos, esperando que muestres en ellos el interés del que careces actualmente.»

¿Disculpa? ¿es en serio? ¿Tan horrible es que un profesional, al que le avala su experiencia suficientemente como para ser tenido en cuenta por una empresa, quiera saber en qué tablero juega?

Este no es un caso aislado, como no lo es el primero en el que los freelance son devaluados y menospreciados. Ocurre a diario, y cuando me sucede personalmente o alguien cercano me traslada una experiencia similar, siempre me quedo con cara de poker pensando, ¿quién te crees que eres? ¿qué obligación me ata a ti como para tener que plegarme a tus necesidades o tus deseos?

No me conoces, no te conozco, no te debo nada. Soy educada y correcta, como lo fue el autor de los mensajes anteriores, y lo que recibió fue desprecio.

Vas mal. Muy mal. Los trabajadores necesitamos a las empresas, pero sin nosotros, ni siquiera existirían los negocios. Entonces, ¿por qué extraño giro mental hemos llegado a devaluarnos tanto como para que las gerencias crean que no valemos nada? ¿qué desajuste cerebral tiene ese empresario para creerse con derecho a todo?

Me dirás que no puedes elegir, que tienes que plegarte a deseos ajenos para llenar la nevera cada vez que sea necesario. Y yo me pregunto, ¿qué vida te espera en una empresa que en su primera toma de contacto se comporta así? ¿qué valores laborales, o incluso personales, crees que imperan en negocios regidos por personas como las descritas en este post?

Hay opciones, y otras que nunca deberían ser tenidas ni en cuenta. Valorate para ser valorado. Ten contigo mismo la consideración que esperas que los demás te regalen. No permitas ahogarte en un trabajo en el que no eres nadie. Nada.

Y tú, jefe, gerente o directivo de RRHH, tu camino se torció en el momento en el que perdiste de vista quién eres. No el que eres cuando, trajeado o en vaqueros te sientas en tu silla a organizar las labores. El que eres cuando, desnudo frente al espejo, sientes miedo, hambre o frío. Ese tú, frágil y vulnerable es el que hará que te apoyes en tu equipo, que lo valores.

Ese tú es el que atraerá el verdadero talento, no la desesperación que hace aceptar lo que sea pero sin ganas ni motivación. Sin talento estás muerto, sin los mejores profesionales no crecerás.

No eres infalible, ni un dios. No eres nadie más que nadie, así que mírate de nuevo y dime, ¿quién te crees que eres?